Hemos dicho que al iniciar un nuevo año nos planteamos muchos propósitos; sin embargo, la mayoría mueren desde su nacimiento porque fueron simples deseos o anhelos; es decir, no llegaron a consolidarse como metas claras, objetivas y programadas.
Elsa Punset, quien es licenciada en Filosofía y Letras, Máster en Humanidades por la Universidad de Oxford y en Periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid, escribió en su Facebook:
“Una meta sin un plan solo es un deseo... Lo decía el escritor Antoine de Saint Exupery, el creador del Principito... ¡y lo comparto! Sé lo importante, y a la vez lo difícil que es, definir, perseguir y cumplir nuestras metas y sueños... Pero no podemos renunciar a tener metas. Sin metas, nos quedamos fijos, rígidos, en el mismo lugar. Sin metas, no transformamos ni enriquecemos nuestras vidas. Necesitamos metas, pequeñas y grandes, para movernos y crecer”.
Tiene razón Punset, sin metas no podemos vivir de manera fructífera. Para resaltar más este renglón, acudamos a una palabra inglesa en boga, aunque no la permita todavía la Real Academia Española: Smart, la cual significa inteligente.
La riqueza de este término no se reduce a su significado, pues resulta, también, un sugestivo acrónimo:
La S quiere decir específico (specific). Una meta no puede ser indeterminada o genérica, sino muy concreta y específica.
La M hace referencia a medición (measurable); o sea, la meta debe ser medible. Nunca puede convertirse en algo abstracto o impreciso.
La A remite a que la meta debe ser alcanzable (achievable); si no, deja de ser por sí misma un objetivo a seguir.
La R indica relevancia (relevant), pues no se persigue cualquier meta, solamente aquella importante.
La T recuerda que toda meta tiene un tiempo preciso y definido (timely) para ser alcanzada.
¿Persigo metas inteligentes?
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