Escuché la noticia de regreso de dejar a mis hijos en la escuela. La Suprema corte de Estados Unidos eliminó el derecho al aborto después de casi cincuenta años.

    Evidentemente, hay un montón de implicaciones que aún están por resolverse dependiendo del estado en el que vivan las personas, las legislaciones locales, las particularidades. Sin embargo, hasta donde alcanzo a entender a partir de lo que leo y escucho, ese derecho al aborto era un freno para que dichas legislaciones locales o estatales no pudieran evitar que una mujer abortara. Ahora, tras el fallo de la corte, se estima que en la mitad de los estados del país, comenzarán procesos para penalizar el aborto o para prohibirlo.

    La noticia es, cuando menos, triste. Cuando menos porque además es grave. Al menos, para todas las interesadas en un primer momento. Mucho más porque se vislumbra cierto oscurantismo en el porvenir de esa América que presumía ser tierra de oportunidades.

    No es momento de discutir de nuevo si debe legislarse a favor de los derechos de la mujer para abortar. No porque la discusión no sea pertinente y porque no haya que alzar la voz cada vez que se pueda, sino porque no fueron éstos los argumentos por los que se revirtió el derecho, sino algunos acaso más técnicos, más legalistas, menos susceptibles de discusión.

    Es momento, en cambio, de alzar la voz. Lo que se ha perdido con ese fallo no es un asunto particular sino un derecho. Y la pérdida de un derecho afecta no sólo a la persona que lo sufre sino a toda la sociedad. Siendo ésa la sociedad y el país que son dentro del contexto internacional, es grave para todos.

    Y sí, es cierto, comenzará un largo periodo de litigios, manifestaciones, discusiones, excepciones y argumentos por doquier. Todo esto, en el mejor de los casos (aunque no somos ingenuos) servirá para volver al estado de las cosas hasta antes de ayer. Sin tecnicismos mediante, eso significa que, en efecto, esta decisión implica pérdidas de derechos, de garantías, de libertades. Insisto: es, cuando menos, triste.

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