Planes de desarrollo,
esa histórica quimera

ALDEA 21
    Otra de los aspectos son las decisiones de carácter político en los gobiernos. El predominio de los intereses de camarillas mafiosas por encima del interés colectivos de la sociedad. Estos dos aspectos son sin duda el problema principal de los gobiernos en México: una clase política que gobierna bajo la presión de intereses grupales y la fatal inercia de la inexperiencia.

    De acuerdo con el investigador y abogado mexicano Francisco Javier Coquis Velasco, en nuestro país la planeación ha sido considerada el medio para el desempeño eficaz de la responsabilidad del Estado sobre el desarrollo integral del País. Así han sido desde 1928 los intentos por planear los asuntos del Estado, primero en temas específicos hasta la promulgación de la Ley sobre Planeación General de la República en 1930 con el Presidente Pascual Ortiz Rubio.

    Una Ley de planeación que contempla desde entonces la necesidad de coordinar y encauzar las actividades de las distintas dependencias del Gobierno para conseguir el desarrollo material y constructivo del País en una forma ordenada y armónica de acuerdo con su topografía, clima, población, historia y tradición, su vida funcional y económica, la defensa nacional, la salud pública y las necesidades presentes y futuras, según dicta el Diario Oficial de Federación.

    Surge así el primer Plan Sexenal como propuesta de gobierno por el General Lázaro Cárdenas. La idea de la planeación traería consigo nuevas leyes para la coordinación y control entre dependencias con la intención de alcanzar los propósitos de cada plan de gobierno. La última modificación importante fue en 1983 en el gobierno de Miguel de la Madrid, que prometió una planeación más ordenada, racional y sistemática del ejercicio gubernamental.

    Así han transcurrido más de 90 años de historia de la planeación en México, sin embargo, en sus diferentes épocas y gobiernos los propósitos de la planeación han encontrado infinidad de obstáculos con los que se ha tropezado y desvirtuado la función social de las instituciones públicas.

    A casi un siglo de experiencias de gobiernos planeados, no sólo a nivel nacional, sino también en gobiernos estatales y municipales, el inventario de resultados nos coloca, a pesar de los esfuerzos, en la lista de los países subdesarrollados.

    Se dice que las comparaciones son de mal gusto, sobre todo si el ejemplo es entre países, ya que ninguna realidad es la misma. No obstante, pueden ser utilizados como referentes para tratar de entender realidades específicas como la nuestra.

    El ejemplo más conocido es Japón, que después de la Segunda Guerra Mundial, en menos de 25 años pasa de ser un país devastado a una de las economías más importante del mundo. Otro caso es el de Corea del Sur que después de la guerra de 1953, de ser una nación muy pobre, incluso más que cualquiera de Latinoamérica, hoy es una de las potencias económicas más sofisticadas del mundo. O el ejemplo más reciente de Islandia en la crisis inmobiliaria de 2008 donde el gobierno decide tomar medidas distintas para “evitar socializar las pérdidas del sistema bancario” y en vez de rescatar sus bancos en quiebra, encarceló a los corruptos banqueros del país.

    Estos ejemplos de países que en menos de 30 años no sólo han superado crisis sociales y económicas severas, sino que han elevado sus estándares de desarrollo sin enfrentar reveses, contrasta con nuestra historia nacional.

    Así, nos preguntamos por qué en México no hemos podido lograr algo parecido. La interrogante ha sido constante y las razones que se aluden muy diversas, desde aspectos históricos, culturales, religiosos, políticos y hasta geográficos. Pero lo que sí queda claro es que no ha sido por falta de planeación.

    Para el economista Daron Acemoglu y el politólogo James Robinson, ninguno de los anteriores aspectos son determinantes para que los países fracasen. Para estos investigadores norteamericanos son las instituciones las que determinan el fracaso de cualquier sociedad contemporánea, debido a que en ellas se garantiza el cumplimiento de las leyes, y para el tema que nos ocupa también los objetivos y metas que se trazan los planes de desarrollo de los gobiernos.

    Tenemos entonces que el problema del subdesarrollo en México de los últimos 90 años no se debe a la falta de leyes, instituciones o planeación gubernamental. El problema radica en el criterio de las decisiones de los que gobiernan. Si estos criterios de principio carecen de la experiencia y el conocimiento para entender y atender asuntos públicos y problemas sociales, los resultados estarán sujetos a los vaivenes de la improvisación y el aprendizaje, generando de un gobierno a otro, la formación de círculos interminables del ensayo y el error.

    Otra de los aspectos son las decisiones de carácter político en los gobiernos. El predominio de los intereses de camarillas mafiosas por encima del interés colectivos de la sociedad.

    Estos dos aspectos son sin duda el problema principal de los gobiernos en México: una clase política que gobierna bajo la presión de intereses grupales y la fatal inercia de la inexperiencia.

    Si bien la formulación de los planes de desarrollo es importante para alcanzar mayores índices de desarrollo, lo es también la conformación de un equipo de profesionales que desde las instituciones gubernamentales garanticen el éxito de lo planeado.

    De poco sirve un plan institucional de desarrollo bien estructurado, si en las estructuras institucionales se toman decisiones equivocadas porque predomina en ellas el criterio político y la falta de expertiz.

    Hasta aquí mis reflexiones, los espero en este espacio el próximo martes.

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