Ponerse el huarache antes de espinarse

LETRAS DE MAQUÍO

El otro día, un ex dirigente empresarial me decía que era importante que fuera viendo la forma en cómo me iba a defender de los múltiples ataques que voy a recibir tan pronto como deje la presidencia del CCE, el próximo 10 de junio.

Parece ser que algunos funcionarios, partidos políticos, periodistas, etcétera, tienen la costumbre de ensañarse sádicamente con aquellos que hemos tenido la osadía de manifestar nuestras convicciones.

Por otro lado, algunos resentidos, quizá por su mediocridad, pueden ver en mi persona y mi trayectoria una amenaza a sus no muy lícitos intereses y piensen que el puesto es el que hace al hombre, cuando la realidad es otra. El hombre de convicciones es y será siempre el mismo, independientemente de dónde se encuentre situado.

Como confirmación del sabio consejo de mi amigo, he sentido últimamente ataques de periodistas, gatilleros intelectuales de la mala noche, que han pretendido desatar una campaña difamatoria en contra de mi persona porque asistí hace algunos días a una reunión en Snowbird Utah.

Empezaré por dejar asentado que fui invitado, al igual que el director del Banco de México, quien a última hora mandó en su representación al subdirector, porque él tenía dificultades con el nuevo sindicato de esa organización. También fue invitado el secretario de SECOFIN, pero tampoco pudo asistir y mandó a un representante. Además, asistió el director del IMCE. Así, pues, fueron invitados altos funcionarios del Gobierno mexicano que, inclusive, me felicitaron por mi intervención en el Seminario.

No hubo entonces nada secreto. Sí fue en el exterior y había también representantes del Fondo Monetario Internacional y del gobierno norteamericano. Hago la anterior declaración porque ahora se pretende hacer creer a la opinión pública que asistí en forma secreta a una reunión de carácter subversivo. Por alguna razón inconfesable hay personas que critican acremente las acciones de otros y justifican las propias, aunque sean similares. Trataré de explicarme.

En la pasada campaña electoral para elegir al Presidente de la República, fui invitado, en Culiacán, mi lugar de origen, a una reunión de consulta popular sobre el abasto de productos básicos. Ya ubicado en mi lugar, en la enorme mesa redonda, pude darme cuenta de que se encontraba participando, al igual que yo, el comandante Jaime Weelock, del Frente Sandinista Nicaragüense. (Yo conocí y platiqué largamente con el comandante Weelock, jefe de la Reforma Agraria en Nicaragua cuando asistí a ese país hace un año, por lo que me fue fácil identificarlo).

Mi pregunta es: ¿por qué el PRI sí puede, inclusive, sentar en sus mesas de discusiones políticas a funcionarios de otros países y yo no puedo asistir, en compañía de otros empresarios y funcionarios de nuestra nación, a platicar sobre la forma de acrecentar nuestras relaciones comerciales con el país con que mantenemos la mayor parte de nuestras exportaciones?

A lo largo de mi vida, por ser luchador y pretender ser congruente con mis convicciones, he sido difamado, calumniado en múltiples ocasiones; también he sido objeto de amenazas de algunos miembros del sector público que equivocan su autoridad y la utilizan para amedrentar al ciudadano en lugar de servirlo. A los primeros les recuerdo que existen aves que cruzan el pantano y no se manchan.

Si algo hubiera que pudiera ser catalogado fuera de la ley en mi proceder, tiempo hace que se me hubiera acusado; si permanezco incólume es por algo. A los segundos les diré que el entrenamiento que uno recibe como líder empresarial es el del toro de lidia. Entre más nos piquen, más embestimos. Jamás he tenido guarura, jamás he andado armado. El miedo, aunque lo conozco, no me domina.

La amenaza y la calumnia son armas de los cobardes y estos, más que atemorizarme, me inspiran compasión y lástima.

Reanudo, pues, mi vida en los negocios con la frente en alto y la firme convicción de que, como me lo dijera en alguna ocasión la mayor de mis hijas, citando a Saint-Exupéry: “Sólo vale la pena por aquello que se está dispuesto a morir”.

Jueves 2 de junio, 1983.

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