‘Los debates y posdebates generalmente lo siguen un reducido número de interesados que tienen que ver con los partidos, los simpatizantes y quienes tienen un interés particular, sea porque tienen depositados en uno o dos candidatos el futuro personal o familiar...’

    Desde las filas de la militancia de uno y otro partido, de uno y otro candidato, la expectativa que tenían era salir de este segundo y último debate fortalecidos, sea porque el desempeño de su alfil electoral le permitiera avanzar en su propósito de poder y, en el caso de los punteros, salir como el triunfador.

    En esta idea llama la atención que al menos Rubén Rocha y Mario Zamora hayan tenido espacios apartados en los medios impresos para decir altisonante en el caso del primero: con las mejores propuestas y el mejor proyecto ¡ganamos el debate!, y en el caso del segundo: Ganamos el debate, ganaremos la elección. Y así ambos candidatos llamaban a votar por su fórmula electoral.

    Es decir, una simple y llana propaganda política que busca por todos los medios a su alcance trasmitir la idea de un triunfo y a través de la propaganda, alcanzar a los que todavía no han decidido su voto que debe andar entre un 10-15 por ciento de acuerdo con las distintas encuestas de intención de voto.

    Este cálculo traducido en votos representaría en caso de votar el 50 por ciento de la lista nominal sería entre 100 y 150 mil votos; y en el caso de un 60 por ciento estamos hablando entre 120 y 180 mil votos.

    Bien, si creemos en las encuestas más serias que se han dado a conocer en los últimos diez días, hay una diferencia de 2 a 4 por ciento a favor del candidato de la alianza “Juntos haremos historia”, integrada por el partido Morena y el cuestionado Partido Sinaloense dirigido por el polémico Héctor Melesio Cuén Ojeda.

    Entonces, ese número de indecisos, y recuerdo aquí la encuesta domiciliaria del diario Reforma, que proyecta una ventaja amplia a Rocha Moya, pero ojo, del 100 por ciento de los entrevistados el 49 por ciento rechazó dar a conocer el sentido de su voto y podrían ser definitivos en el resultado final.

    ¿Qué porcentaje de los ciudadanos sinaloenses podría haber seguido el debate entre los aspirantes al máximo cargo de representación política en el estado?

    Oficialmente no tenemos un cálculo del alcance que tuvo y quizá, sea mayor, el llamado posdebate que se desarrolló en los medios impresos, radio o en las redes sociales.

    Pero igualmente es imposible medir su alcance, y menos todavía, el impacto que pudo tener en el sector escurridizo de los indecisos.

    Los debates y posdebates generalmente lo siguen un reducido número de interesados que tienen que ver con los partidos, los simpatizantes y quienes tienen un interés particular, sea porque tienen depositados en uno o dos candidatos el futuro personal o familiar, pero de ahí en fuera, la gente de a pie sigue con su vida y sus preocupaciones.

    Esa mayoría tiene claro que su circunstancia personal no cambiará con uno o con el otro y esta no estará el 6 de junio frente a una urna sino ve incentivos para asistir a ella.

    Los candidatos de Morena están desplegando una fuerte campaña sobre tierra buscando adeptos, convencer a los abstencionistas e indecisos, y llevan como punta de lanza los llamados programas sociales del gobierno obradorista, y eso puede ayudar a convencer a más de uno, sobre todo si su entorno familiar es beneficiado.

    En tanto, los candidatos de la coalición de “Va por Sinaloa” sin aquellas alforjas clientelares, lo tienen aparentemente más difícil aun con la buena calificación que trae el gobierno de Quirino Ordaz en las encuestas de percepción de los gobernantes, pero hay algo mayor, que se pondrá a prueba, y viene siendo la votación histórica que han tenido los partidos PRI, PAN y PRD y Morena y PAS.

    Volviendo la vista al año 2016 que tuvo el mismo tipo de elecciones locales - con excepción de la de diputados federales que fueron en 2015- tenemos que el PRI en la elección de Gobernador obtuvo el 37.7 por ciento, el PAN, 17.6 por ciento y el PRD, 2.2 por ciento, que da un gran total de 57.5 por ciento, que de repetirse daría un triunfo amplio sobre la candidatura común “Juntos haremos historia”, que en ese mismo año Morena obtuvo 3.89 por ciento de la votación emitida llevando a Jesús Estrada Ferreiro y el PAS, con Héctor Melesio Cuén, 24.35 por ciento que suman 28.24 por ciento.

    De repetirse esos porcentajes el triunfo de la coalición “Va por Sinaloa” sería aplastante con una votación de 2 a 1.

    Cualquier observador agudo diría, espérate, ve los resultados de 2018 que no corresponden a una elección de Gobernador, que es la joya de las elecciones en los estados y los parámetros son distintos, pero veamos lo logrado por cada partido en la elección de diputados de mayoría relativa.

    Cierto, en esas elecciones generales hubo un gran desplazamiento de los votantes desde los partidos tradicionales hacia los que estaban detrás de la coalición “Juntos haremos historia” y que no son los mismos en esta elección, pues Morena solo va con el PAS.

    Veamos los porcentajes de la elección de diputados locales, por el lado de la coalición “Va por Sinaloa”, el PRI alcanzó 24.03 por ciento que significaron 312 mil 630 votos; el PAN 11.02 por ciento que fueron 143,340 votos y el PRD, 2.13 por ciento que representaron 27 mil 735 que sumados son 483 mil 705 votos; en cambio Morena, obtuvo 39.19 por ciento de la votación emitida que significaron 509 mil 895 votos y el PAS, 6.63 por ciento o sea, 86 mil 233 votos, que grosso modo representan 596,128 votos, lo que significa una diferencia de 112 mil 423 sufragios respecto de la coalición “Va por Sinaloa”, que son muchos, sin duda, pero no imposible de superar.

    Con este ejercicio inválido en términos comparados porque técnicamente compararan dos niveles de competencia distintos y la buena, será lo que suceda con la elección de Gobernador, y ahí más que certezas lo que tenemos son preguntas sin responder, ¿el desplazamiento del voto de 2018 se mantendrá o una franja de esos votantes vendrá de regreso al tipo de voto que ejerció en 2016 sea producto de desencanto o insatisfacción? e incluso ¿Morena será capaz de capturar nuevos votantes? y a la inversa, ¿hasta dónde la campaña que la hoy oposición realizó en 2018 está donde mismo cuando las encuestas más serias hablan de empate técnico?

    En ese sentido, ¿qué tanto nos puede responder el debate del pasado martes 25 de mayo? Algo debe decirnos el nerviosismo de Rocha Moya que perdió la compostura al llamar cabrón a su principal adversario, el activismo de Mario Zamora que va a todas, la agregación política a uno y otro puntero, pero en este debate es significativa la suma de la candidata de Redes Sociales Progresistas a la candidatura de Zamora... Felizmente, entramos al último jalón de las campañas y la antesala de las definiciones ciudadanas.

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