El pueblo mexicano es un pueblo amante de la tolerancia, siempre se ha manifestado contra las campañas de odio y discriminación, contra la xenofobia en cualquiera de sus manifestaciones. En su suelo se han recibido con generosidad a los perseguidos políticos de cualquier latitud del mundo.

    Hay muchas razones fundadas para afirmar que se viven tiempos estelares en esta enorme Nación, no se puede negar esa realidad, los cambios en muchos aspectos están a la vista de los ciudadanos. Lo más relevante es que se busca mejorar la vida de los segmentos sociales más relegados, a los cuales en el pasado cercano no se les veía ni se les oía. Los regímenes conservadores preferían favorecer a las élites en detrimento de los conglomerados sociales.

    Es innegable el cambio en la atención a los más vulnerables, ese solo hecho, por sí mismo, tiene un impacto positivo. En el pasado predominaba la insensibilidad. En muchos casos, la ciudadanía tenía que soportar los atropellos de un autoritarismo que usaba la fuerza para imponer una legitimidad que no se lograba obtener con transparencia en las urnas. La represión era en serio, pobre de aquel ingenuo ciudadano que se atreviera a protestar y reclamar justicia, recibía como respuesta la conculcación de sus derechos.

    En la actualidad, las cosas han cambiado en cuanto a las libertades cívicas y, además, se respeta la libertad de expresión de manera irrestricta. Se ha llegado al extremo -en el presente- que personas sin el más elemental recato, rebasando todos los límites, llegan a ofender al Presidente Andrés Manuel López Obrador y su familia; esos individuos rebasan los límites de tolerancia, pero aún así no se les coarta su libertad de expresión, ya que sus ofensas son tan burdas que le hacen al Presidente lo que el viento a Juárez. Es la ciudadanía la que expresamente repudia la irresponsabilidad de esas personas que ofenden a la sociedad entera con su actitud.

    El pueblo mexicano es un pueblo amante de la tolerancia, siempre se ha manifestado contra las campañas de odio y discriminación, contra la xenofobia en cualquiera de sus manifestaciones. En su suelo se han recibido con generosidad a los perseguidos políticos de cualquier latitud del mundo.

    Apenas el 2018, por decisión de los ciudadanos, se cerró un negro capítulo de la historia contemporánea de México, al derrotar a los partidos de derecha, proclives al neoliberalismo y quienes dejaron una dramática secuela de pobreza y autoritarismo a lo largo de sus 36 años de alternancia prianista. Esos gobernantes, aplicando una política de privatización y entrega de contratos leoninos a compañías extranjeras, atentaron contra el patrimonio nacional, además sumieron al país en una tremenda desigualdad nunca vista, toda vez que se incrementó la pobreza en ese mismo periodo (más de 65 millones de pobres).

    En el presente, se hacen esfuerzos extraordinarios por parte del actual régimen para sacar de la pobreza al mayor número de mexicanos y establecer un robusto sistema de bienestar, que favorezca a todos, pero primeramente a los más pobres, esa es la mística del Presidente de la República.

    Todos los pronósticos macroeconómicos presagian buenas expectativas para el País en el actual sexenio de gobierno. En la ciudadanía prevalece buen estado de ánimo sobre las estrategias que viene aplicando el actual gobierno democrático. La mayoría de la sociedad aprueba con optimismo los planes de desarrollo, la gente ve resultados, no se trata de palabras sino de hechos.

    No compartimos la tesis de la polarización que plantea reiteradamente la Oposición, el Gobierno ha establecido una clara política de unidad de fuerzas diversas con el objetivo de desarrollar las distintas regiones del País, sobre la base de consolidar la democracia y el bienestar social. Por la transformación democrática y el bienestar de México, todo. Lo que prevalece es una lucha de contrarios: por una parte, están los intereses fácticos, que quisieran volver atrás, a los privilegios para pocos; y, por otra, la mayoría de la población que quiere una patria para todos.

    En la actualidad, hay que decirlo, desde el Poder Ejecutivo se lucha con denuedo por romper las cadenas de la pobreza. En eso radica la polémica actual. La transformación tiene como propósito abatir las desigualdades, teniendo además como premisa el combate a la corrupción y a la impunidad, se combate esos flagelos sin tregua como condición del renacimiento de México.

    Los trabajadores y los campesinos en este País son los núcleos fundamentales que sostienen al nuevo gobierno. Esos dos sectores constituyen la base social, el cimiento fundamental para llevar a feliz puerto la transformación en curso de la Nación.

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