Sobre el aborto y el movimiento feminista en Sinaloa

    Finalmente se hizo realidad el poder de decisión de las mujeres sobre su cuerpo. Este martes 8 de marzo, en el marco del Día Internacional de la Mujer, el Congreso del Estado aprobó una reforma al Código Penal y a la Ley de Salud para despenalizar el aborto y establecer las condiciones adecuadas para la interrupción del embarazo en condiciones de seguridad.

    No se escandalicen. No se atenta contra la familia, ni contra la vida. Por el contrario, el aborto es un mecanismo de salud reproductiva que permitirá erradicar una práctica clandestina que pone en riesgo la vida de las adolescentes y jóvenes en Sinaloa.

    Contrario a lo que grupos conservadores suponen, el aborto no es un método anticonceptivo que promueve el libertinaje sexual. Las cifras muestran que en México apenas 33 mujeres de cada mil recurren a este procedimiento, pero quienes lo hacen, generalmente se encuentran en condiciones de vulnerabilidad, es decir, son mujeres muy jóvenes que carecen de educación sexual, no han completado sus estudios y tienen una fuerte dependencia económica, por lo que un embarazo en esas circunstancias las condena a una vida en desventaja, más todavía en una sociedad que estigmatiza a las madres solteras y recarga en la mujer todo el peso en la crianza de los hijos.

    La consecución de este derecho no fue nada sencillo. Detrás se encuentra un movimiento que emergió en medio de una cuarta ola feminista que se extendió como fuego en paja por todo el mundo, y llegó a Sinaloa en respuesta a una grave situación de violencia contra la mujer.

    Para hacer frente a esta situación, en los últimos años las mujeres sinaloenses han hecho suyo el reclamo de una sociedad libre de violencia de género. Se han organizado en torno a la igualdad con el objetivo de promover una agenda que haga valer sus derechos.

    No es esta ocasión la primera vez que aparece en el estado un colectivo de mujeres que reflexiona sobre su condición. A mediados de la década de los 70 emergió en Culiacán el primer grupo feminista. Junto a ellas aparecieron otras mujeres que de manera solitaria forjaron el carácter combativo de las sinaloenses en la defensa de los derechos humanos. La historia de la democracia en el estado no estaría completa sin tomar en cuenta la labor de todas ellas.

    A pesar de no ser las primeras en reivindicar este tipo de derechos en Sinaloa, la nueva generación feminista parece tener un poder de convocatoria que supera a cualquier activismo previo. En la marcha de esta semana miles de mujeres se abalanzaron como una ola morada para hacer visible su lucha.

    El reto que se han planteado es inmenso. Enfrentar una sociedad narcopatriarcal requiere de mucha valentía y capacidad de organización. En la ciudad de Culiacán existen al menos 10 colectivos que trabajan en distintos frentes; desde la promoción de ideas del feminismo, la organización de círculos de lectura, la difusión de creaciones artísticas y culturales, el seguimiento de los indicadores de violencia de género, el impulso a políticas de equidad, el acompañamiento médico y psicológico al aborto y la atención a mujeres en condición de vulnerabilidad y maltrato.

    Es un mérito que las feministas no hayan desistido en su causa, y hayan aguantado férreas hasta atisbar la coyuntura oportuna, sobre todo después de la derrota legislativa que sufrieron en 2020, año en que detonó el movimiento con mucho estruendo.

    Desde el 2016 ya se venían formando colectivos que poco a poco se fueron haciendo perceptibles y representativos de una parte de la vida pública. Aprendieron a organizarse, a hacer presión política, a utilizar las redes sociales para promover su causa y a entablar vínculos con los medios de comunicación y de esa forma hacer llegar sus posturas de forma masiva.

    Tal vez su triunfo más importante es haber conectado con otros cientos de mujeres jóvenes que empiezan a tomar conciencia, y desde sus casas y escuelas emprenden acciones para contrarrestar una cultura que las limita y en muchos casos también las somete de forma violenta.

    Hoy Sinaloa comienza a cambiar, las mujeres despertaron, quieren sentirse seguras, su activismo es parte de la lucha por la igualdad y la democracia.

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