De todas las columnas que he leído sobre la acusación de “traición a la Patria” de las y los diputados de oposición que votaron en contra de la reforma energética del Presidente, el enfoque está en el argumento jurídico, en lo referente a los delitos contra la seguridad nacional o la traición a la Patria contemplado en la Constitución y el Código Penal Federal vigente.
No hay tal, ninguna de las y los 223 legisladores del PAN, PRI, PRD, MC y una del Verde Ecologista opositores a la iniciativa faltaron a la Ley. Por el contrario, ejercieron su función parlamentaria, en particular la función deliberativa que permite a cada uno de ellos discutir, debatir y disentir en opiniones, siendo esto un mandato constitucional con carácter de inviolable en términos del artículo 61 de la Ley de leyes.
Los diputados y senadores de nuestra nación no pueden ser contravenidos por expresar y manifestar sus ideas. Por el contrario, están ahí en la Cámara para representar la pluralidad, las ideas distintas que nacen -inmaterialmente- de las múltiples formas de entender el crisol de nuestra compleja sociedad.
Por eso cuando usted observa la composición de los 500 diputados y 128 senadores, encontrará legisladoras que visten con huipiles, diputados que usan sombrero o traje sastre. Los hay en sillas de ruedas y otros que levantan con orgullo una bandera multicolor, porque en esa Cámara plural en personas e ideas, se representa el campesino, el obrero, el empresario, el magisterio, las mujeres víctimas de violencia, los deportistas al igual que los ecologistas.
¿Qué es la Patria? Sino una construcción ideal que el poeta López Velarde describe como “impecable y diamantina”, de superficie de maíz y en el cielo garzas en desliz, que el Niño Dios le escrituró un establo y veneros de petróleo el mismo diablo.
La Patria es entonces una idea abstracta, a la que se le honra y traiciona más por construcción discursiva que por actos legislativos. Por eso es que el rechazo a la reforma energética no puede considerarse -siendo serios- un acto traidor. Pero sí una acción que demuestra que el Presidente, en un país de contrapesos, no lo puede todo, como fue evidente.
En adelante, dos posturas serán igualmente peligrosas; la de aquellos que, probando el poder de la unidad de las bancadas opositoras se vuelvan obstruccionistas e intransigentes. O la de aquellos que recriminen a punto de inquisición a todos los que piensan y legislan distinto al mandato presidencial.
La polarización extrema del Poder Legislativo nunca será un buen camino, porque la esencia congresual está en los acuerdos y pactos que se puedan generar mediante el diálogo, valor fundamental de la democracia. Si, por el contrario, tenemos legisladores imposibilitados para dialogar por la mal entendida “disciplina de partido”, tendremos una democracia igualmente incompleta.
Como lo afirmó el politólogo jalisciense Dr. Javier Hurtado catedrático de la Universidad de Guadalajara en su columna: “En un sistema presidencial la disciplina partidaria no debe ser tanta que impida los acuerdos, ni tan poca que haga difícil las negociaciones”. Porque solo en el justo equilibrio se podrá, como se pudo siempre hasta el pasado domingo, hacer que las reformas constitucionales impulsadas por el titular del Ejecutivo se aprueben en el sano ejercicio y oficio de la política, que es para los entendidos, mucho más que una pirinola en donde se toma o se pierde todo. Luego le seguimos...
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