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Columna

Una película de Carlos Saura

EL OCTAVO DÍA

    Lo bueno y lo malo del cine español es que no circula mucho en plataformas o en espacios “libres”. Hay que darse tiempo para buscarlo y pagar por él.

    ¿Qué tanto nos parecemos a los españoles? Acabo de ver “El séptimo día”, donde vemos personas sencillas, muy similares a nosotros, a diferencia de los delirantes madrileños de Pedro Almodóvar o la galería desquiciada de Bigas Luna.

    Todo sobreviene un pueblo en una región ruda que bien puede ser Durango, Mocorito o cualquier sitio donde la monotonía sólo se rompe cuando alguien fallece o tiembla la tierra.

    Tiene sus borrachos ociosos, su loquito adorable, el enano bailarín y hasta la solterona trastornada que se pasea por las calles vestida de novia, a la manera de doña Lupita, la Novia de Culiacán.

    Pero a este pueblo pintoresco tampoco le falta un ser lleno de rencor que también puede ser un asesino.

    Las vendettas son iguales en Sinaloa o en España, tal como vemos en esta película. Los agravios del pasado, deben ser pagados por los descendientes.

    Hay momentos que la película parece estar ambientada en el sur de la Italia miserable, en la árida Sicilia donde surgió la Mafia, y es entonces cuando recordamos que ambos lugares son Mediterráneos y están muy cerca del comienzo de África, al decir de los mismos europeos, por cierto.

    Victoria Abril desempeña con fuerza y contención su papel de mujer atormentada, que arrastra a sus parientes a la propia tragedia personal. Habrá que checar las páginas del Hola! para saber si se envejeció a propósito para hacer este papel o, si por el contrario, ya le ha llegado el tiempo de limitarse a los adustos papeles de actriz de carácter.

    “En la ciudad todas las cosas cambian y se olvidan. En un pueblo todos somos diferentes y también somos lo mismo”, dice la melancólica narradora de la cinta, recordándonos el refrán mexicano del pueblo pequeño que se vuelve un permanente averno para quienes nunca salen de ahí.

    El ambiente opresivo, de hombres adustos y mujeres con vocación de histéricas troyanas, recuerda al de las grandes obras teatrales de Federico García Lorca (Bodas de sangre, Yerma, La Casa de Bernarda Alba) donde el drama doméstico puede cimbrar con su barbarie a las conciencias de toda una comarca. La última película de Carlos Saura (“Buñuel y la mesa del rey Salomón”) retrata a Lorca con tal cariño que confirma en “El septimo día” la admiración que le prodiga al cineasta.

    El director Carlos Saura entrega una tranquila obra de madurez, con actuaciones bien cuidadas y dosificadas, apoyadas en una imagen clara no exenta de poesía y a veces de humor. Por algo tuvo una relación de muchos años con una hija de Charlie Chaplin con la que hizo varias películas: “Cría cuervos”, “Ana y los lobos” y “Mamá cumple cien años”, entre otras.

    La película, a pesar de ser una producción sencillo y un presupuesto bajo, que hasta parece televisivo, se desarrolla con un cuidado control del ritmo... últimamente vemos películas mexicanas que empiezan muy calmaditas, empiezan a interesarnos y luego acaban muy rápid porque en la edición se recorta lo que impide superar los 135 minutos que pone como límite el productor.

    Lo bueno y lo malo del cine español es que no circula mucho en plataformas o en espacios “libres”. Hay que darse tiempo para buscarlo y pagar por él.
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