El detalle que sobresale de este encontronazo entre jueces por hacerse de dicha presidencia es que está haciendo públicamente evidente que en ese órgano más que privar la imparcialidad, la conducta correcta y la capacidad de sus miembros de ubicarse por encima de sus propios intereses e ideologías, lo que se está viendo en tiempo real y a todo color, son las traiciones, los intereses nada ocultos y el golpeteo por el control de una instancia indispensable de nuestro entramado político.

    Cualquiera que vive en México y está medianamente informado no tiene un día de respiro. Sin ir demasiado lejos los últimos días pasamos de una Consulta Popular histórica a un conflicto de altos vuelos al interior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). De una movilización frente a la amenaza de desabasto de gas que duró tan solo unas horas, a una demanda del Gobierno mexicano ante una corte estadounidense para exigir a compañías vendedoras de armas asumir responsabilidad por el destino final a donde llegan sus productos, lo que se enmarcó en el segundo aniversario de la tragedia del 3 de agosto en El Paso, Texas, donde en 2019 fueron asesinados ciudadanos mexicanos y mexicoamericanos de manos de un extremista radical racista armado hasta los dientes. Si a esto sumamos procesos de más largo vuelo, como el avance de la estrategia de vacunación contra la Covid, la aceleración del contagio por la variante Delta y la ola de negacionistas del efecto positivo de la vacuna para colectivamente atajar el virus, tenemos un cóctel altamente picante.

    Sin embargo, estos sucesos solo son el marco de una dimensión más profunda de cambios que más allá de resistencias que se han estado dando de manera vociferante en los medios de comunicación y redes sociales, van poco a poco desnudado la verdadera lucha política, la que enfrenta proyectos, visiones, y formas de acceder al poder que no solo está con los rivales al Presidente y el proyecto que abandera, sino también con los que desde dentro del propio Gobierno empujan, como se dice, “agua para su molino”.

    Un ejemplo para aterrizar esta idea la podemos ver con la decisión de posponer el desafuero del Diputado Saúl Huerta del Partido Morena, acusado de abuso de menores de 18 años y encontrado infraganti. No se trató solo un capítulo de gritos y sombrerazos al interior de la Cámara de Diputados que debe ser complicado contener, sino que concluyó en la decisión deliberada de dilatar y de esa forma minimizar un crimen espantoso, la pederastia, aún más cuando quien presuntamente la cometió es un Diputado que debería mostrar una conducta intachable. Luego de esta decisión sorprendió aún más la respuesta que el Senador Ricardo Monreal dio al llamado de atención que hizo el Subsecretario Alejandro Encinas en un acto público precisamente sobre trata de personas, ya que la respuesta fue poner por encima los tiempos y formas de la maquinaria política y no la condición de las víctimas que cualquiera imaginaría tendría prioridad más allá del protocolo. Y ahí está el detalle, diría Cantinflas. La decisión parlamentaria, por un lado, y la respuesta al señalamiento contrastan con el entusiasmo y convicción que millones de mexicanos dieron con su voto en la Consulta Popular del 1 de agosto que llamó a iniciar la revisión para que se juzgue la impunidad del pasado. ¿Por qué no dar un mensaje contundente con este caso en lugar de encubrirlo? ¿Por qué dejar pasar una oportunidad como esta para lo que el Presidente llama pedagogía democrática, diciendo y haciendo a la vez?, ¿qué tiene que pasar para que las víctimas del poder estén en el centro del debate, pero también en respuestas contundentes que nuestra legislación contempla aún más si se trata de niñas, niños y adolescentes?

    A este ejemplo podemos sumar otras muestras de dónde están muchas de las confrontaciones por el poder. La disputa por la presidencia del Tribunal Electoral no es poca cosa por el peso que tienen los jueces de ese tribunal en decidir en última instancia, las disputas y controversias en torno a los resultados de las elecciones. Me refiero no solo a las futuras elecciones, sino incluso las que están aún en proceso de definir la designación de la lista final de quienes serán los diputados de la próxima Legislatura. El detalle que sobresale de este encontronazo entre jueces por hacerse de dicha presidencia es que está haciendo públicamente evidente que en ese órgano más que privar la imparcialidad, la conducta correcta y la capacidad de sus miembros de ubicarse por encima de sus propios intereses e ideologías, lo que se está viendo en tiempo real y a todo color, son las traiciones, los intereses nada ocultos y el golpeteo por el control de una instancia indispensable de nuestro entramado político. Esto confirma la impresión generalizada de que la impartición de justicia en México es un hoyo negro, empezando por los jueces y magistrados que en lugar de destacar por sus trayectorias personales son los acomodos y acuerdos políticos los que los tienen en disputa. Vaya manera de dinamitar el prestigio personal de algunos y de una instancia fundamental para la democracia mexicana que lo que menos necesita es abrir más frentes.

    Así pues, sea por el golpeteo exterior que se regodea en triunfos efímeros como el coro que repitió un par de días que la Consulta Popular fue un fracaso aunque el resultado fue abrumador por el SÍ, sea por el fuego amigo que a veces es más contundente pues va directo al corazón de lo que realmente importa, o sea finalmente por los pleitos internos de los poderes fácticos que incluso entre ellos no acaban de decidir realmente a quién se deben, en este país puede pasar de todo, menos aburrirse.

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