A sus 23 años y embarazada, deja su país tras la pandemia

En la calle Josefa Ortiz de Domínguez, que da a la avenida Álvaro Obregón, en un tope y bajo el rayo del sol se encuentra Joel, un joven hondureño de 25 años de edad, con su hijo Yoel de tan solo tres años de edad; piden una moneda, un bule con agua o una fruta aprovechando el gran flujo de automóviles que pasan por la calle a baja velocidad.

A un lado, en la banqueta, espera su esposa Kelin Anet, de 23 años, con su otra hija Katia, de un año, quien duerme en brazos; a diferencia de Yoel, Katia es mexicana, nació en la Ciudad de México cuando sus padres llevaban cuatro meses y más de mil 600 kilómetros de recorrido.

“Vengo con mi esposo y mi hijo, ella es de aquí”, señala a Katia, su hija de brazos. “Yo me vine embarazada, nació en el Distrito Federal”.

Kelin recuerda que, hace un año y cuatro meses, ella y su esposo tomaron la decisión de huir de casa debido a la crisis económica y política que arrasó su país, derivado de la pandemia.

Cuando vivían allá, en una ciudad con playa, Joel se dedicaba a vender, entre la arena, el pan que ella cocinaba en casa.

- ¿Por qué tomaron la decisión de salirse de Honduras?

Por la situación, la economía al inicio del Covid, antes me dedicaba a hacer trenzas, a vender pan en las playas, en la zona turística.

Gastaron todos su ahorros para emprender este viaje y tienen una estrategia: se dedican a pedir dinero o comida en los cruceros y avenidas importantes de las ciudades a donde llegan, hasta juntar dinero suficiente y poder pagar el autobús que los lleva al siguiente destino.

-¿Qué les ha tocado vivir en su trayecto hacia Estados Unidos?

Muchas cosas, como andar en la calle, dormir en el monte, viajamos en autobuses, me han robado hasta mi dinero.

Su objetivo es llegar a Estados Unidos, en donde esperan encontrar una mejor calidad de vida para ellos y sus hijos.