Gnozin Navarro
"El afán de querer olvidarte es mi mayor ímpetu para recordarte".
Gabriel García Márquez
A fuerza de leerlos aprende uno más o menos a identificarlos. Hay autores geniales y otros superficiales. Algunos se distinguen desde sus primeros trazos, mientras que otros se enmascaran en la pantalla de sus indefiniciones. Voz, ritmo, pausas, transpiración. Todo va revelando parte del carácter del autor. Energía y fluidez en su narrativa denotan sus claridades. Convencen o no, según el grado de su convicción, tanto en la historia como en la sicología de sus personajes. De todos los autores que conozco me parece que el Rey de las reconsideraciones es "El Gabo", que como buen piscis, vacilante y dubitativo, un día puede estar convencido de la suerte que merece un personaje y, al siguiente o a las décadas, pensar diferente, de ahí que algunos hayan gozado de segundas oportunidades para cambiar de destino. Pensemos en el solterón empedernido del Florentino Ariza, escritor de cartas de amor para los verbalmente incapacitados, un tipo de hábitos mezquinos, poeta aficionado y, hasta eso, tímido con las mujeres. Sin embargo, pese a esta extraña disposición de su alma abonada por su falta de atractivo físico, logró registrar en su libreta de amores 622 conquistas subrepticias. Este hombre, casualmente muy parecido al narrador sin nombre de su última novela corta Memoria de mis putas tristes, que también lleva una lista de sus conquistas y que al llegar a la 514 decide dejar de contar. Florentino Ariza, para brindar una atención irrestricta a su amada Fermina Daza, pone fin a la aventura que tiene en ese momento con América Vicuña, una chica de 14 años que era su pupila y a quien había iniciado en los misterios del sexo todos los domingos por la tarde. El día que le anunció el fin de su relación le dijo -"hoy no vamos a hacer cositas, me voy a casar". Ella lo miró a los ojos con un destello de incertidumbre, sosteniendo la cuchara en el aire, pero enseguida se repuso y sonrió -"es embuste",- dijo, -"los viejitos no se casan". Pero su suerte estaba marcada, esta chica seducida y abandonada por un hombre mayor, que parece salida de Dostoievsky, desconcertada y desesperada se suicida discretamente llevándose el secreto a la tumba. El galán derrama una lágrima en privado y siente una que otra punzada natural de dolor por esa pérdida, pero eso es todo. El punto en claro aquí es que todo indica que el mismo Gabo siempre tuvo algunas dudas sobre qué trato darle a esta chava. Su poderosa narrativa erótica de otras novelas se ve reducida a extrañas cavilaciones. En Cien años de soledad no tiene tiento para trenzar a José Arcadio con su hermana Rebeca que "...pasó noches en vela tiritando de fiebre, luchando contra el delirio, esperando, hasta que la casa trepidaba con el regreso de José Arcadio al amanecer. Una tarde, cuando todos dormían la siesta, no resistió más y fue a su dormitorio. Lo encontró en calzoncillos, despierto, tendido en la hamaca que había colgado de los horcones con cables de amarrar barcos. La impresionó tanto su enorme desnudez tarabiscoteada que sintió el impulso de retroceder. «Perdone -se excusó-. No sabía que estaba aquí.» Pero apagó la voz para no despertar a nadie. «Ven acá», dijo él. Rebeca obedeció. Se detuvo junto a la hamaca, sudando hielo, sintiendo que se le formaban nudos en las tripas, mientras José Arcadio le acariciaba los tobillos con la yema de los dedos, y luego las pantorrillas y luego los muslos, murmurando «ay, hermanita, ay, hermanita.» Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse cuando una potencia ciclónica asombrosamente regulada la levantó por la cintura y la despojó de su intimidad con tres zarpazos y la descuartizó como a un pajarito. Alcanzó a dar gracias a Dios por haber nacido, antes de perder la conciencia el placer inconcebible de aquel dolor insoportable, chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbió como un papel secante la explosión de su sangre".En cambio, los episodios de Florentino Ariza con América Vicuña están contaminados de ecos dubitativos, ya que la "desnudaba pieza por pieza con engañifas de bebé: primero estos zapatitos para el osito, después esta camisita para el perrito, después estos calzoncitos de flores para el conejito, y ahora un besito en la cuquita rica de su papá". A Dios gracias 20 años después "El Gabo" le da mejor trato y la enaltece a los ojos del mismo enamorado por quien que se terminó suicidando en El amor en los tiempos del cólera. Con Delgadina de Memoria de mis putas tristes nuestro querido Gabo mata dos pájaros de un tiro, les da la oportunidad, tanto a la dama como al pobre viajero de El avión de la bella durmiente, de consumar sin penetrar - "la besé por todo el cuerpo hasta quedarme sin aliento... a medida que la besaba aumentaba el calor de su cuerpo y exhalaba una fragancia montuna. Ella me respondió con vibraciones nuevas en cada pulgada de su piel, y en cada una encontré un calor distinto, un sabor propio, un gemido nuevo, y toda ella resonó por dentro con un arpegio y sus pezones se abrieron en flor sin tocarlos", a América Vicuña le restablece su dignidad y a Florentino Ariza lo hace pagar durante un tiempo, entonces, al final todos contentos. No cabe duda que escribir de por sí es toda una terapia. En terapia el paciente RESIGNIFICA su historia de vida para reescribirla si así lo desea y decide, o bien, para aceptar su destino. El Gabo es el Rey en esto, él que tiende a idealizar el amor hasta el punto más álgido de la sublimación, también lo aterriza de una zarpazo hasta los embistes carnales de la pasión. En Cien años de soledad, los hombres mueren de amor con sólo ver a Remedios le bella, igual que agoniza el noventañero de Historia de mis putas tristes y tirita de amor el narrador de El avión de la bella durmiente. Así como también puede ser carnal hasta la degeneración. Resignificar es aterrizar nuestra humanidad a la realidad. Es decirnos a nosotros mismos "también me equivoco... perfecto no soy... tengo derecho a equivocarme y perdonarme... tengo derecho a volver a ver las cosas y cambiar de opinión...", resignificar es pues, humanizarnos en el aquí y ahora para hacer más soportables nuestros insondables "allá y entonces".
De esto hablaremos en la Sobremesa Radioweb en punto de las 14:00 horas por medio de tu portal www.noroeste.com, y en la Sobremesa Café del Bistro Miró a las 19:00 horas. Una disculpa por la inesperada ausencia de la semana pasada. Tuvimos misa de nuestro querido Octavio negro. Ahora sí, llueva, truene y relampaguee, ahí nos vemos.
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