Salineras de Escuinapa, una tradición que sobrevive en Dionisio e Ignacio Gómez
ESTACADA, Escuinapa._ En la sal se encuentra no solo la labor artesanal que los ha llevado a tener una actividad productiva, sino el conocimiento y la herencia que les dejó Nepomuceno Gómez Pardo, su padre, manifestaron Dionisio e Ignacio Gómez Flores.
Los hermanos administran con sus hijos y nietos el rancho ‘El Cuarrán’, uno de los pocos sitios salineros que sobrevivió a esa época de bonanza que vivió el municipio en los setenta y ochenta.
Don Nicho señala que la escuela no fue su fuerte, por lo que desde los 14 años su padre Nepomuceno decidió llevárselo a trabajar en el rancho salinero que ya tenía concesionado.
“Desde los 14 años empecé a trabajar, tengo setenta y uno, son muchos años los que tengo aquí, con mi papá empezamos allá por dentro de Celaya (Escuinapa) para adentro tenía el rancho, después nos venimos para acá”, recuerda.
En el rancho “El Cuarrán” se mantiene con su hermano Ignacio, quien terminó la secundaria, pero decidió seguir el legado de la recolección de sal, aunque sea una actividad que económicamente ha ido a la baja al paso de los años, dice.
“Me mandaban a la escuela y me regresaba, me venía al rancho, a la sal, eran pura sal y camarones, sacaba un costal de camarones que iba a pesar en la escuela, ahora batallamos para sacar camarones, pero estamos enseñando a nuestros hijos que la tradición de la sal artesanal no se pierda”, señala Nacho, mientras ríe al recordar que el camarón y la sal se devaluaron estos años.
Los hermanos presumen esa herencia que se quedó en sus manos, que a veces les curte la piel y les nubla la vista al estar trabajando, debido a lo brillante y blanco de la sal.
Ellos tienen esa sal de ‘beneficio’ al ser recogida de manera artesanal, lo que significa que a través de una represa van echando agua previamente condensada sobre las eras, como se llaman a cuadros con plásticos previamente armados sobre el suelo, el cual, al cabo de cinco o seis días, con un ‘rastrillo’ van levantando la sal que va quedando sobre el agua hasta formar montículos de sal fina.
Es diferente a la ‘sal de cuajo’, que es más gruesa, la sal que ellos producen es más sana, más limpia hasta cierto sentido indican, pues la sal gruesa es producto de una condensación mayor, pero sobre la marisma, es extraída directamente de la zona, esa es una sal añejada, explican.
“Nos gusta estar aquí, es una herencia de nuestros padres, somos la segunda generación que trabaja en esto y queremos seguir, nuestros hijos han ido aprendiendo, es una sal naturalita” señala Nacho.
En el lugar no solo trabajan ellos, ya los acompañan sus hijos, hijas, nietos, nietas, los esposos o mujeres de éstos, van y ‘recogen’ la sal, la encostalan y la dejan lista para que se vaya a su destino, que en los últimos años ha sido León, Guanajuato.
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