Aprendo a interpretar el silencio,
ese silencio que quema
como si fuera de fuego la palabra no dicha.
Tu rostro escupe sentimientos cansados
de tantos años, que volaron sin alas propias
y bajo el aleteo de las mías.
Así las noches se han ido
tragándose a los días
y los días comiéndose a las horas
que casi ya no respiran
y vestidas de grises
arropan a la lluvia
que desde temprano cae
humedeciendo el alma.
Cuántos años,
cuanta vida,
cuanto caminar juntos
acercándonos al final
en silencios pletóricos
de viejos enamorados
que ya no tienen de que hablar
ni nada que guardarse
porque en nuestra juventud
nos dijimos todo.
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