"La de Rulfo es una obra maestra"

En la narrativa mexicana hay un antes y un después y está marcado por la obra de Juan Rulfo, la suya, coincidieron los escritores Eduardo Antonio Parra y Élmer Mendoza, es una obra maestra.

Parra y Mendoza participaron en el conversatorio Vida y Obra  de Juan Rulfo, con motivo de los 100 años del natalicio del autor jalisciense, dentro de las Jornadas de Literatura Gilberto Owen.

Parra compartió algunas anécdotas de su relación como lector de la obra de Rulfo, que cuando lo reflexiona, dijo, le invade una mezcla de sensaciones cuyos como la perplejidad, el ridículo, el cariño admiración absoluta y el orgullo.

A su obra, dijo, llegó hace 36 años sin que nadie se lo recomendara.

"Tal vez me atrajo el título, la portada de Pedro Páramo, de la colección del Fondo de Cultura Económica, un dibujo garabateado con amarillo, lo compré y lo llevé a casa, no recuerdo si lo comencé a leer el mismo día o tiempo después, pero lo que sí se quedaron grabadas en mi memoria para siempre fueron las primeras iniciales: Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo".

Y enseguida la perplejidad. "De qué se trata esto, quiénes son los personajes, quién está hablando ahora". 

Con el paso del tiempo, dijo, comprendió que la primera experiencia en las páginas de la única novela de Rulfo, fue algo semejante a una lectura poética, no comprendí la historia, me perdí infinidad de veces entre fragmento y fragmento, pero intuía que se hallaba ante algo grandioso.

Luego llegó El llano en llamas, ya con más lecturas, decidió leerlo y encontró con una lectura sencilla, aunque a medio libro volvió a sentirse perplejo y lo dejó para retomarlo después.

"El maestro de literatura hispanoamericana me preguntó qué leía, le dije que a un autor rarísimo, Juan Rulfo. Me preguntó si Pedro Páramo. No, esa ya la había leído ahora estaba con otra novela, El llano en llamas, pero no conecta ninguno de los capítulos, al menos de lo que llevo. Sonrió, luego soltó la carcajada mientras me explicaba las diferencias entre novela y un libro de cuentos". contó.

"Cuando regresé a concluir la lectura, la sensación de ridículo me acompañaba y a pesar de que las historias me impactaron por su fuerza, esa sensación me siguió cada vez que pensaba en mi primer acercamiento a los cuentos de Rulfo".

Con los años, esas sensaciones se transformaron en cariño y admiración absoluta, como autor le acompañaron sus lecturas y se dejó influenciar.

Élmer Mendoza recordó que leyó primero Pedro Páramo, cuando estudiaba la carrera de ingeniería, y en un curso que tomaban hacían lecturas y presentó un texto de su lectura, al final, la maestra le llamó para preguntarle qué hacía ahí, que tendría que estar en una carrera afín a las humanidades y la espinita le quedó.

Una vez graduado, volvió a Rulfo , no pasó nada, pero le llamó la atención aspectos que se parecían a su propia vida, como la de su bisabuelo que vivía en un rancho y se le aparecían fantasmas.

Dijo que Rulfo era el maestro en mentir, en crear fantasías y que les sorprendía que siendo el autor mexicano más importante, negaba haber escrito sus obras.

"Me hice más lector de Pedro Páramo y a la fecha algo que me ha impactado son los nombres, Fulgor Sedano, Susana San Juan, Damiana Cisneros, Eduviges Dyada ¿cómo hace para poner nombres?"

Dijo que ahora que está terminando una novela, aparece un tartamudo y recordó que Rulfo tenía un personaje así, el que le dice a Pedro que mataron a Fulgor Sedano, vio cómo manejó el lenguaje. Aunque él conservó finalmente su propio tratamiento.

Al final, Eduardo Ruiz, moderador de la mesa, compartió algunas impresiones y anécdotas personales en torno a la obra de Rulfo.

 

PARA SABER

Antes del conversatorio, hubo una lectura en voz alta en la que participaron Arián Castro Murillo, Aidé Canizales Espero, Vladimir Márquez, Anehel Ramírez, Heriberto Díaz Peña y Hernán Arturo Ruiz.