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Columna

Momentos de prueba

EL OCTAVO DÍA

    Tengo la lamentable teoría de que los gobiernos están percibiendo esta situación como un desastre natural.

    Para ellos, esto es como una inundación en Tabasco, una sequía en la sierra tarahumara o un terremoto en la Ciudad de México: fue algo que vino del destino, de lo que no son responsables y creen que su chamba es solo apoyar con servicios en la medida de sus presupuestos y ya... que la ciudadanía, Dios o las secretas leyes que rigen este universo hagan su labor.

    Hablo de todos los gobiernos. No sólo del federal o el municipal, como quizás usted pensó al leer mi frase. Tampoco exclusivamente de nuestro país. Vea ustedes noticieros extranjeros y notará que ningún país está contento con el manejo que sus gobernantes han hecho en la pandemia.

    La continua convivencia con un mal hace que se normalice, así como sucede con los malos olores. Así es como los cínicos que están en la política o una administración de volada encuentran un empaque que los blinda.

    Se dice que, si no se quiere sentirse desgraciado, hay que tratar a las catástrofes como a molestias, pero de ninguna manera a las molestias como a catástrofes. La grandeza de las personas se mide por el tamaño de las cosas que los molestan, decía el hoy tan criticado Che Guevara... ahora que Cuba también alzó su voz del descontento.

    Hoy tenemos en esta ciudad tanta gente abatida y golpeada por la adversidad que es muy difícil darles palabras de aliento y hasta parece grosero invitarlos a buscar la calma.

    El abatimiento físico, familiar y económico, avanza en núcleos familiares enteros.

    Es cierto que la ciudadanía tiene responsabilidad, pero si el mal dio una tregua, ¿por qué no se procedió a mejorar al menos el acceso al menos al oxígeno embotellado y el espacio de atención clínica?

    El joven atleta sin su cubrebocas en el desfile olímpico dijo mucho de nosotros al mundo. El karma de nacer en un estado donde las leyes y las reglas se consideran un asunto que solo aplica a otras personas apareció ahí en su justa dimensión.

    Vemos un peculiar renacimiento de las supersticiones. Se decía que el médico del pueblo durante los mil años de la Edad Media fue la bruja que vivía en las afueras... hoy son las redes sociales, virtuales o no.

    También hay otra nueva espiritualidad en quienes ya profesaban una religión y otro punto de vista para no pocos descreídos.

    Pascal decía que el hombre tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que lo sostiene.

    Lo religioso no es solo estar peleando con una Iglesia o sus ministros: es aquello que nos hace vivir a veces sólo con las palabras. Es también la capacidad de estar entre los vivos y los muertos. También es la conexión que tenemos con lo sagrado en el tiempo, con la historia de la humanidad y otros miembros de nuestra familia que apenas vimos, conocimos o sentimos. Una forma de entenderse con el misterio de todo aquello que sigue vivo ante nosotros.

    Los que tengamos fe, no dejemos de insistir en la plegaria y mantengamos el respeto a quienes han elegido agnosticismo inteligente.

    Manda, Señor, aliento a los pulmones que hoy se esfuerzan en seguir respirando, Sangre de Cristo a los corazones latiendo, aliento divino a sus almas y a quienes luchan y sufren la prueba con ellos. Amén.

    El joven atleta sin su cubrebocas en el desfile olímpico dijo mucho de nosotros al mundo. El karma de nacer en un estado donde las leyes y las reglas se consideran un asunto que solo aplica a otras personas apareció ahí en su justa dimensión.
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