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Columna

Recuerdos en El Tabachín

La ruta del paladar
19/10/2021

Por muchos años fui fiel al Chics ElDorado: bueno, también la pandilla con la que solía compartir la bohemia. Allí nos poníamos ahítos de café y allí mismo decidíamos a dónde iríamos a saciar la sed. Sabíamos que al otro lado de la calle estaba El Tabachín del Hotel Executivo, pero el grupo lo consideraba demasiado fifí; y como a nosotros se nos daba la mezclilla y la playera, concluíamos que tanto la vestimenta como nuestras carcajadas no eran propias para el reino de don Miguel Tamayo.

Ya El Tabachín era parte de mis gustos debido a los desayunos con Tamayo, pero en los tiempos de la pandilla yo estuve medio alejado de él, justo cuando el ‘Gordo’ Moreno fue rector de la UAS.

Creo que la decisión de la gerencia del Chics de expulsar al montón de periodistas que había tomado al restaurante como punto de encuentro, fue casi definitivo para que nos animáramos a cruzar la calle; y con todo y la mezclilla, debo decir, debido a que algunos amigos eran habitantes de las Casas del Estudiante de la UAS. Ya en El Tabachín, amparados en el barullo de fotógrafos y reporteros (por esos años mi pluma se paseó entre El Diario de Sinaloa, El Debate de Culiacán y la Revista Crucial), nos relajamos y tomábamos el café a sorbitos, porque había que pagar por cada taza que bebieras.

Y entonces se convirtió en parte de nuestras vidas, pero sin traicionar totalmente al Chics, más cuando andábamos pobres, pues en el Chics pagabas una taza de café, pero te tomabas una barrica.

Al asumir Rubén Rocha Moya la Rectoría de la UAS, se dio el reencuentro con Tamayo y ya no hubo conjuro que me hiciera abandonar El Tabachín; y no nada más el restaurante, porque fue cotidiano asistir a eventos organizados en diversos salones del Executivo, como a los dos recitales de poesía y canto que me tocó dirigir en homenaje a la memoria de Alba de Acosta. Y vinieron días en que ya me aparecía solo por El Tabachín, cuando no con alguna amistad. Y es que sobraba a quién saludar.

Pero antes de Rocha hubo una historia que deseo compartir: al término del mandato de Audómar Ahumada, por romanticismo y razones laborales, la poeta Rosa María Peraza y quien esto escribe -junto con otros compañeros- nos pusimos en huelga de hambre en el portal de la Casa de la Cultura, por supuesto que con todo el apoyo de Tamayo, de Óscar Liera, Fito Arriaga y de muchos más.

Y un día el ‘Gordo’ Moreno citó a una rueda de prensa en el edificio central para denostar a los huelguistas: mientras el Rector decía lo suyo, Miguel Tamayo se subió a una butaca y -lo que nadie hubiera esperado de su rancia estirpe- empezó a gritarle: ¡Que baile el Gordo, que baile el Gordo!

Eso nunca se lo perdonó David Moreno Lizárraga, de modo que Miguel, después, optó por el retiro voluntario. Y sucedió que durante los cuatro años de rectorado del ‘Gordo’, Miguel solía esperar en El Tabachín a sus amigos universitarios Rodolfo Arriaga y Lázaro Fernando, en punto de las 12:00 del mediodía, para abrazar pesares y darse ánimos. Pero fuera de esa etapa y si a nombres vamos, fue clásico que los martes y jueves desayunara allí con sus amigas Eloísa Juárez y Carmen Bastidas, mesa que compartían siempre con Domingo Pérez, el asistente de Miguel. Y ya no se diga de los encuentros con sus almas gemelas de toda la vida, Alicia Montaño Villalobos y Vicky Vega Padilla.

Quiero decir, y digo, que yo pisé por primera a vez los terrenos del Executivo a invitación de Miguel Tamayo. Y así muchos universitarios. Casi me atrevo a asegurar que, entre nosotros y el enjambre de periodistas, democratizamos a El Tabachín. Pero hoy son otros tiempos y otra la vida. Y punto.

Quiero decir, y digo, que yo pisé por primera a vez los terrenos del Executivo a invitación de Miguel Tamayo. Y así muchos universitarios. Casi me atrevo a asegurar que, entre nosotros y el enjambre de periodistas, democratizamos a El Tabachín. Pero hoy son otros tiempos y otra la vida. Y punto.
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