La Clínica Mayo, de Rochester, en Norteamérica, es una de las más eficaces del mundo. Su padre era médico cirujano y ellos lo querían inmensamente. Sentían por la medicina una pasión, que era la proyección del amor a su padre. Todos sus ahorros los invirtieron en comprar un microscopio; a los 13 años, uno y a los 11 el otro, ya sabían la anatomía humana a la perfección; conocían el nombre de todos los músculos y de todos los huesos. En una ocasión en que su padre operaba, ellos asistían a la operación con todo interés. El chico de 13 años, proporcionaba a su padre los instrumentos quirúrgicos y el más pequeño sólo observaba el proceso operativo. El médico anestesista se sintió mal y se desmayó en los momentos de la operación. En este momento de emergencia el doctor Mayo ordenó a su hijo mayor que continuara vigilando la anestesia del paciente, y el pequeño pasó a proporcionar los instrumentos a su padre.
Esta operación los llenó de entusiasmo. Pues la operación fue plenamente satisfactoria, y ellos a los 13 y 11 años ya se sentían cirujanos. Sus estudios fueron brillantes por la dedicación y el talento que tenían.
Años más tarde surgió la Clínica Mayo. Esta notable clínica fue el fruto maduro de un ideal de niños, pero un ideal amado, perseguido, estudiado y finalmente realizado.
En la adolescencia es cuando apuntan y florecen los ideales para fructificar en la edad madura. Un ideal es lo único que nos puede sostener en las derrotas. Es lo único que nos puede hacer avanzar hasta llegar a la meta de nuestra vida.