Martin Amaral
Ingresé a estudiar a la UAS en 1981. Era la Preparatoria Central. Entrar al campus universitario fue un estallido de libertad. El momento de empezar a tutear a todo mundo y de poner en duda cuanto había aprendido. Y el entorno era inmejorable para un muchachito ávido de rebeldía. El rector era Medina Viedas, que encabezaba la defensa de la Universidad frente a un muy turbio gobernador llamado Toledo Corro.
Recuerdo las tumultuosas marchas a Palacio de Gobierno. Recuerdo las sesiones maratónicas del Consejo Universitario (yo fui consejero un par de años). Recuerdo las consignas de entonces. Había un ambiente que hermanaba, una suerte de militancia común más allá de los distintos grupos políticos. Un tiempo que marcó a mi generación, la cual fue quizá la última en participar activamente no sólo en la política universitaria, sino también que se pensó a sí misma con un compromiso social por el hecho de ser estudiantes.
Por fortuna, también fue el tiempo de la mayor pasión por la literatura y el descubrimiento azaroso del teatro. Si en mi morral estudiantil convivían autores tan variados como Herma Hesse, Jean Paul Sastre, Octavio Paz y Marta Harneker, que de alguna manera me salvaron de acabar en la triste y llana pertenencia a algún partido político, llegar por error una noche a la Casa de la Cultura de la UAS para deslumbrarme con la puesta en escena de El Jinete de la Divina Providencia a cargo del Tatuas, me hizo descubrir otra dimensión.
El universo de la vida cultural. Las posibilidades que el arte posee para expandir y enriquecer la vida. Después de haber visto aquella revelación fue cuando me dije: yo voy a trabajar en este asunto de la cultura.
Más o menos por las mismas fechas comencé a enviar artículos a los periódicos locales, primero en el extinto Diario de Culiacán y luego a El Sol. Así, casi sin quererlo, comencé a atar dos inclinaciones: el interés por la vida pública y el gusto por la cultura y el arte.
Sacando cuentas, asumo que tengo más de veintidós años ocupándome de un tema: los avatares de la cultura promovida y hecha desde la UAS. Un tema que me jacto conocer. No sólo como público o comentarista sino porque en 1989 entré a trabajar al área cultural uaseña con el Rector David Moreno. Ahí conocí a la que hasta muy recientemente fue la nomenclatura cultural uaseña. Conocí también las limitaciones y la demencial estructura burocrática y los muchos feudos que atrofian e imposibilitan el desarrollo de la animación cultural universitaria.
De entonces a la fecha pocas cosas han cambiado. La vieja nomenclatura se jubiló o emigró a otras instituciones (la mayoría se encuentra ahora en el Instituto Sinaloense de Cultura). Pero los males siguen ahí: está totalmente desarticulada, nunca ha tenido un presupuesto establecido, no atiende las necesidades básicas de sus más de 100 mil estudiantes, es presa de la simulación, padece de elefantiasis burocrática, alimenta a una multitud de aviadores y soporta la duplicidad de funcionarios que no funcionan, socialmente está desacreditada y sus escasos espacios físicos, como la galería Frida Kahlo y el Teatro de la Torre Académica están desperdiciados.
La declaración de Melesio Cuén durante la inauguración del teatro en Ciudad Universitaria (que al parecer no se animaron a la bobería de ponerle Apolo) de por qué el teatro de la Torre Académica siempre ha sido subutilizado es una verdadera vacilada. El pobre argumento de que no es costeable revela al menos una torpeza que colinda con la demagogia: no conozco ninguna universidad que no utilice su teatro con esa explicación, cuando tiene a su alrededor a varios miles de estudiantes que nunca han ido a un espectáculo teatral. Como lo es también una prueba de la inopia el que el Festival Universitario traiga como figura estelar a Ricardo Montaner.
El día de mañana habrá humo blanco en torno a quien dirigirá la universidad en los próximos años. De la terna contendiente únicamente la doctora Silvia Paz fue quien hizo alusión a la cultura en la UAS, dando en la diana de buena parte de su problemática: la falta de un presupuesto definido para el área.
Tiene razón la doctora. Pero sólo una parte. Junto con la falta de presupuesto existen otros rubros en los cuales de no acometerse reformas sustanciales, de nada o de muy poco servirá que se le asigne dinero a un navío sin rumbo, sin timón, sin tripulación entrenada y sin capitán.
No guardo muchas esperanzas de que el nuevo o la nueva rectora emprenda cambios en esta área. Desde Jorge Medina a la fecha la cultura en la UAS ha sido botín político. Aun así me permito conjeturar que cualquier reforma deberá iniciar con la revisión profunda y sin cortapisas de la actual estructura administrativa, que comprende una coordinación general, una dirección de actividades artísticas, una dirección de la casa de la cultura, un director de la galería Frida Kahlo y quien sabe cuántos secretarios ejecutivos y subdirectores.
Desde su creación, la Coordinación de Extensión Universitaria y Difusión Cultural -Ceudic- y luego Coordinación General de Extensión Cultural y los Servicios -Cgecs- ha sido impugnada como un organismo elefantiásico, amodorrado y que en teoría debía de coordinar el conjunto de áreas relacionadas: Radio Universidad, Editorial, Deportes, etcétera., pero que en realidad no funciona.
La UAS tiene más de 100 mil alumnos en sus diferentes escuelas y facultades, que representan el cuatro por ciento del total de la población de Sinaloa. La mera cifra da cuenta del enorme compromiso que en términos culturales tienen con la sociedad. Con esa cantidad de alumnos, el potencial para estimular, desarrollar y orientar las preferencias simbólicas es formidable. La posibilidad para que nuestro estado remonte la leyenda negra de la violencia, y acceda a otros niveles culturales, dependerá en gran parte del trabajo que la UAS realice con sus alumnos.
Ojalá que quien mañana sea anunciado como nuevo rector o rectora, comprenda de veras el enorme débito que la UAS tiene con la cultura. Ojalá que la luminiscencia que yo descubrí viendo El Jinete de la Divina Providencia pudiera repetirse en miles de nuevos estudiantes.
amaralmartin@hotmail.com