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Columna

El respeto a la dignidad de la persona

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    En un tiempo de peligros y dificultades, las circunstancias adversas habían hecho de la profesión de la fe cristiana un riesgo, incluso capaz de desembocar en un desenlace fatal, porque seguir a Jesús y su doctrina era un reto en el cual estaba implícito el heroísmo.

    El sigilo y la cautela imponían la prudencia en el trato con los demás, sabiendo que los intereses se imponían, muchas veces, más allá de la conciencia y habían presenciado a amigos y familiares perecer ante la codicia y traición de supuestos amigos.

    Santiago personalmente había experimentado la persecución y en medio de su comunidad experimento los ataques y hostigamiento a causa de su fe.

    Aún cuando la identidad del autor de la carta que lleva el nombre de Santiago, entra en el terreno de la polémica y de la suposición, de parte de los estudiosos y peritos, es clara su experiencia a cerca del valor de la persona, más allá del entorno en la cual esta se mueva y de las circunstancias alrededor de ella.

    En la redacción de su carta, encontramos una muestra pastoral de clara sencillez, captando el profundo valor de la dignidad de persona y evitando caer en la fatua valoración del entorno, que muchas veces es a donde se dirigen las primeras miradas.

    “Imaginemos que su reunión entra un personaje con anillo de oro y traje elegante y un pobre con traje humilde y tú dices al de anillo de oro, tú siéntate aquí cómodo y tu allá quédate de pie, ¿No haces discriminación de personas?”, explícitamente, manifiesta un rechazo rotundo a una práctica, desgraciadamente muy común en la historia del hombre, porque el hombre en su egoísmo cae en la codicia por los bienes materiales causando el desprecio a las personas.

    La experiencia, continuamente desilusionante, de Santiago, le han llevado a constatar que esa misma circunstancia de egoísmo, acentuado por inquina de la codicia, ha sido la causa de luchas fratricidas y de la ignominia de la traición llevando al patíbulo a seres queridos para él, ante la convicción de dar testimonio de su fe en Jesús.

    La atracción por el brillo exterior ha distraído a los cristianos, admirando a la fatuidad y la misma institución de la iglesia, en muchas ocasiones ha sido arrastrada, olvidando que en primer lugar esta la dignidad de la persona, ya que el mismo Jesús se revistió de la naturaleza del hombre para reintegrarla en la dignidad perdida, rechazando aquí en la tierra los privilegios y honores, con los cuales los hombres se distraen de este objetivo

    Hombre o mujer, rico o pobre, blanco o negro, la misma nacionalidad o credo religioso, son solo circunstancias en la cuales se mueve el ser humano y tan solo describen les accidentes en los cuales se desarrolla la historia de la humanidad y su misión de alcanzar el dominio del universo, en una convivencia de hermanos con los hermanos.

    Más allá de conceptos teóricos, por muy correctamente que estén elaborados bajo el sustento se una sana filosofía, la fe, dice Santiago, debe apoyarse en hechos concretos y precisamente estos actos son la base en donde apoya una verdadera fe religiosa y aún más, en particular, la fe cristiana: “La fe se demuestra con obras”, afirma Santiago.

    Desde Esta fe, expresada en obras concretas, la exhortación contempla a la persona en su total dignidad, de la imagen divina depositada en cada uno, por más que esta imagen haya sido deteriorada muchas veces, por los actos personales del hombre, la misma religión tiene su autentico sentido al ser defensora, promotora y restauradora de la dignidad del hombre: “Lo que a uno de estos hermanos míos le hagan, a mí mismo me lo hacen”.

    La atracción por el brillo exterior ha distraído a los cristianos, admirando a la fatuidad y la misma institución de la iglesia, en muchas ocasiones ha sido arrastrada, olvidando que en primer lugar esta la dignidad de la persona, ya que el mismo Jesús se revistió de la naturaleza del hombre para reintegrarla en la dignidad perdida, rechazando aquí en la tierra los privilegios y honores, con los cuales los hombres se distraen de este objetivo
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