Tengo una inquilina

    en la cocina de mi casa,

    es una pequeña miniatura de cosa,

    cada vez que la veo

    me muestra todas sus habilidades

    y lo bien desarrolladas que tiene sus destrezas,

    mismas que aprendió

    con excelentes maestras

    quizás, cuando vivió a cuadra y media

    en el antiguo mercado

    Pino Suárez.

    Ella,

    la que no tiene nombre,

    se para de golpe

    busca mis ojos

    me mira fijamente

    burlona se ríe de mi

    y luego pasa corriendo escurridiza

    entre mis pies

    de nuevo a esconderse.

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