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Columna

La Fórmula de la Felicidad: ¿Celebrando en primavera?

LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD
26/03/2021
    Para una práctica exitosa, los expertos recomiendan, previo a iniciar la caminata, permanecer en quietud unos instantes. Sentí que la quietud me la habían robado, no sé si fue el tono, la interpretación de su intención, o que mi estado emocional no estaba bien anclado, pero sí percibí cómo la sangre corrió por mis venas cambiando mi coloratura.

    Con días que amanecen un poco fríos, aquí en el trópico de cáncer, nos alcanzó la segunda entrada de primavera en pandemia; así también me llegó en el inicio de mi caminata matutina una pregunta que para muchos puede ser inocente, para otros, imprudente. Me explico.

    Con toda mi energía, paseaba por los jardines y vías de caminata del lugar donde vivo, sin darme cuenta de que mis calcetines quedaban a la vista, porque quedaron engarzados en mi pants. Había terminado una activación con el equipo de crecimiento de la Universidad y me disponía a cerrar la sesión de “walking med” con una breve y sencilla práctica. El momento “ideal” para que una persona que se ejercitaba con otras dos me preguntara casi a gritos: “Oiga, ¿usted por qué no trae un calcetín de uno y otro de otro?, porque tiene un hijo de esos... ¿cómo se dice?”.

    Para una práctica exitosa, los expertos recomiendan, previo a iniciar la caminata, permanecer en quietud unos instantes. Sentí que la quietud me la habían robado, no sé si fue el tono, la interpretación de su intención, o que mi estado emocional no estaba bien anclado, pero sí percibí cómo la sangre corrió por mis venas cambiando mi coloratura.

    Quería y no quería dar respuesta. Tres respiraciones muy profundas y decidí mi respuesta: “¿Sabe qué?, se me olvidó”. Me alejé poco a poco para continuar con unas cuantas respiraciones profundas (tomando aire por la nariz y expulsándolo por la boca) y buscando centrar mi cuerpo, soltar las sensaciones no deseadas. Permití que la respiración tomara su ritmo, traté de imprimir un ritmo suave, sin engancharme. Solo atender mi respiración para luego darme permiso de sentir y disfrutar.

    Confieso que, ante la premura de mi actividad laboral en domingo, no había hecho conciencia de que era el inicio de la primavera y la celebración del Día Mundial del Síndrome de Down, decretado desde 2012 por las Naciones Unidas con el principal objetivo de crear conciencia dentro de la sociedad del valor que tienen estas personas, a pesar de su discapacidad intelectual.

    Debo decir que desde que mi mosquetero asistió a la escuela por primera vez, se convirtió en un reto personal el apoyar para dignificar los espacios que él tocaba. Reconozco la aparición de muchos ángeles en el camino que me han guiado y lo han protegido con sus alas. Acepto muchas dudas, frustraciones y miedos en el caminar.

    Honestamente, la forma de celebrar de muchos de los días de reconocimiento creados por las Naciones Unidas está desvirtuada de su objetivo principal, llámese Día de la Mujer o de la Libertad de Expresión, por mencionar algunos. Pobre mujer que cree que por ponerme los calcetines de diferente color los cambios se van a dar. En su ignorancia, desconoce lo que son años de lucha hasta con mis propios miedos, de una gigantesca inversión de tiempo, de esfuerzos monetarios ante la precariedad de los apoyos que brindan la sociedad y las autoridades.

    Pero también estoy convencido de que todos los esfuerzos valen la pena por el poder energizante de un “Te quiero yo, y tú a mí”, por un abrazo de oso con la frase célebre “Padre e hijo unidos, sí, sí y sí”, por su saludo a las estrellas, por una conversación de coach, como él llama a sus diálogos poderosos desde una inocencia impregnada de un corazón de oro. Quienes me conocen de cerca saben que un niño “de esos... ¿cómo se llaman?” me transformó, le dio sentido a mi existencia y a la existencia de muchos seres humanos que me rodean.

    ¿Por qué me atrevo escribir algo tan personal?

    Porque sigo luchando desde mi trinchera para generar mejores espacios de conversación, no solo para las personas con Síndrome de Down, sino de cualquier discapacidad física y mental. Sigo, muchas veces desde la súplica, “exigiendo mejores espacios para exposición y concientización de estos temas”, aunque no vendan como lo hacen los encabezados que privilegian las notas rojas o los mitotes de los espectáculos artísticos y políticos (estos cada vez más intensos). En pocos días tendrán noticas de una revista que se acercó y con la que vamos con todo, buscando espacios, sumando aun en donde casi nos los niegan.

    Porque sigo esperando que las campañas políticas brinden un espacio para las personas vulnerables, entiendo que no suman votos, para vender son mejores las fotos con un influencer; aunque la gente pensante lo vea ridículo, al final no son mayoría, no suman más votos.

    Sigo esperanzado en que un día, expertos en educación positiva diseñen los programas de intervención temprana en las escuelas y no los compadres y amigos que repartieron volantes de campaña, los cuales entiendo que son muy valiosos para llegar, pero no pueden estar ocupando espacios en los que sus competencias son “casi nulas”, para ser un poco prudentes en el juicio.

    ¿Por qué escribo esto?, porque me siento con el derecho que me brinda el que, de forma gratuita, sin cobrar un peso: he diseñado programas de intervención, participo en columnas y espacios de comunicación, porque tengo una fundación que es mi proyecto y sentido de vida. Porque día a día estoy más sensible respecto a que nuestro mundo cambiará cuando hagamos más conciencia del fondo que de la forma. Cuando las personas nos preparemos todos los días para lograr mejores intervenciones en cualquier ámbito.

    Le agradezco a la “vecina inocente” que me permitiera hacer una reflexión más profunda de la importancia de celebrar, el mismo Día de la Primavera, la importancia de tener en nuestra vida corazones gigantes como las personas con Síndrome de Down

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