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Columna

La palabra eterna, principio y fin de lo creado

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    Creado y Creador, impronta del principio de toda la creación, el ser humano encarna un profundo misterio que a la vez encierra grandeza y pequeñez, surgiendo el cuestionamiento ¿Qué es el hombre para que Dios se acuerde de él?

    Participe de la material realidad del cosmos, integrado al concierto de un universo en constante devenir, el humano ser es vinculo de una divinidad, unida de manera inseparable a la humanidad, al estar formado de una materia vivificada por el espíritu, coyuntural participación del infinito lugar en donde reside el divino ser creador de todo lo creado.

    Cae una página más del calendario, la última, sustituyéndola con otras 365 nuevas páginas, encabezadas en su conjunto con un número progresivo con respecto al anterior, la espiral del tiempo continua su indetenible ascenso, el tiempo pasado queda ya en la memoria, marcando el paso de las huellas del hombre, un nuevo año inicia, para escribir una nueva historia y una nueva ilusión.

    El tiempo, extendida estela, producida por el movimiento en continuo devenir, donde el pasado se extiende hacia el futuro, contemplado desde un efímero presente, fugaz síntesis de la eternidad. La materialidad continua su desarrollo en busca de una inalcanzable plenitud.

    Truncado el ordenado progreso del devenir del cosmos material, a causa de la desobediencia original, convirtiendo el caos en continua amenaza, se hizo necesaria la entrada al mundo de la materia del eterno originador, para restablecer las cosas en el Principio y Fin de todo lo credo.

    La misericordia divina, preexistente al mundo material, originado desde la Gran expansión, desde allá en el ámbito de la eternidad interviene en el cosmos, así afirma san Bernardo abad, para reorientar el camino, volviendo a los seres humanos a la conciencia de su responsabilidad protagónica de hijos de Dios.

    La misericordia divina, parte esencial en la divinidad del Todopoderoso Creador, desde el lugar sin tiempo de la eternidad, opto por introducirse en el mundo regido por la sucesión del tiempo para hacerse un con el caído ser humano.

    En un lugar del tiempo, creador del tiempo entra a formar parte del devenir, el universo entero se estremece ante lo inaudito del misterio, la Palabra Eterna se hizo carne y viene a los suyos, para que los suyos para indicar el camino de regreso al sendero de la misericordia.

    El hombre, obra de la misericordia divina, deberá reencontrar el extraviado sendero de regreso a la casa eterna de donde salió y a donde debe regresar.

    El apóstol en interna confusión pregunta al Maestro Divino ¿Señor, a donde iremos, muéstranos el camino? La respuesta es contundente; “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

    Cae una página más del calendario, la última, sustituyéndola con otras 365 nuevas páginas, encabezadas en su conjunto con un número progresivo con respecto al anterior, la espiral del tiempo continua su indetenible ascenso, el tiempo pasado queda ya en la memoria, marcando el paso de las huellas del hombre, un nuevo año inicia, para escribir una nueva historia y una nueva ilusión.
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