Presbítero Claudio Mejorado Márquez

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    El corazón de la Sierra Madre Occidental, en un pintoresco poblado de montaña, el mineral de Otáez, Durango, la familia de los esposos Fermín Mejorado Paniagua y Mariana Márquez Núñez vio nacer a su quinto hijo, a quien bautizarían con el nombre de Claudio, después de él tendrían otros dos hijos más, llegando a ser siete hermanos, dos mujeres y cinco hombres.

    Sus primeros pasos, en el camino del conocimiento, los cursó en la escuela de ese lugar, que solo abarcaba los primeros cinco años del ciclo escolar, mientras tanto formaba parte del grupo de acólitos, en el Templo parroquial de Santa María de Otáez, perteneciente, en ese tiempo, a la nueva Diócesis de Mazatlán, ya que al crearse esta, este territorio serrano se había desmembrado de la Arquidiócesis de Durango, para formar parte de esta naciente comunidad eclesial.

    El entonces niño, Claudio, al término de los años escolares, vigentes en su comunidad, fue invitado por el párroco Evaristo de la Torre Tiscareño a ingresar al Seminario de Mazatlán, pues el Pastor de la nueva Diócesis, don Miguel García Franco, como un caso único, creó su Seminario Diocesano a los pocos meses de la fundación Diocesana, de esta institución surgirían las nuevas generaciones de sacerdotes para esta comunidad. Aceptando la invitación, ingresó al seminario el año de 1963.

    La local iglesia de Mazatlán convirtió a la antigua Hacienda de San Rafael en seminario, un semillero de pastores, preparándose entonces para apacentar la comunidad, asentada en estas tierras bañadas por el Océano Pacífico, llevando el mensaje de la Buena Nueva. Su Pastor Obispo visualizaba la ilusión de llegar ser una Iglesia ideal, siguiendo el modelo de su Divino fundador, contando con unos presbíteros, transformados en otros Cristos.

    El Seminario Diocesano cumplía sus primeros cinco años de fundado, ahí, Claudio, con un grupo de compañeros, todavía en la edad de la infancia, quienes al finalizar su primer año de estudios completarían el número de 12, eran parte de la Escuela Apostólica, cuyo responsable, curiosamente, tendría el nombre de Jesús, siendo este, un lugar previo al ingreso formal al Seminario Diocesano, al final de ese año escolar.

    El grupo de los 12, de la Escuela Apostólica, se convirtió en seminaristas, con el transcurrir del tiempo, algunos dejarían la institución, en busca de nuevos horizontes, mientras tanto el Seminario, impulsado por la sonriente mirada de su Pastor, iba preparando las generaciones de pastores, mientras nacían al sacerdocio nuevos miembros, que habían iniciado su formación en otras comunidades diocesanas.

    En el año de 1976, el 29 de septiembre, festividad del Arcángel San Miguel, el ya joven Claudio, junto con otros cinco compañeros, dos de los cuales habían iniciado con él, desde la Escuela Apostólica, ascenderían hasta el altar principal de la Iglesia Catedral de Mazatlán, para convertirse en sacerdotes.

    Ya antes, otro compañero, Manuel Carrasco Salazar, había sido ordenado, el 22 de febrero del mismo año, en su natal Santiago Papasquiaro, Durango.

    Distribuido el grupo de noveles presbíteros, para el desempeño de las actividades diocesanas, Claudio fue designado como docente en el Seminario de Mazatlán, y más tarde, como Secretario canciller en la mitra Diocesana, puesto que ocuparía hasta la partida de este mundo del primer Obispo de Mazatlán, don Miguel García Franco.

    Estando como administrador diocesano, don Antonio López Aviña, Arzobispo de Durango, lo escogió para ser enviado a la ciudad eterna de Roma para cursar la Licenciatura en Teología Dogmática, siendo el primer sacerdote de esta Diócesis, designado con esta finalidad.

    Después de su regreso de Roma, habiendo continuado como maestro del Seminario, expresó su ilusión de convivir, cercano al pueblo de Dios, como pastor en una comunidad, según su primer deseo al abrazar la vida sacerdotal, accediendo a su petición le fue asignada la formación de la comunidad parroquial del Divino Redentor.

    En este lugar se dedicó a formar la comunidad eclesial, así como la construcción del templo parroquial. También inició la obra material de los hoy

    templos parroquiales de San Guido y de San Pablo Apóstol, este último sería su postrera comunidad parroquial.

    En 2008 tuvo un primer aviso de la llamada del Padre a la Casa Celestial, cuando tuvo un infarto, sin duda, un evento preparatorio para su futura partida de este mundo.

    Hoy, finalmente, ya se ha ido, dejándonos una sonriente imagen de entrega y servicio, sin el ingrediente de los banales protagonismos.

    Este recuerdo, quiere ser un hasta luego, a quien fue un compañero, desde aquellos iniciales 13 años de formación en el Seminario y después, durante casi los 45 años de vida sacerdotal, al Presbítero y amigo Claudio Mejorado Márquez.

    “El presbítero y amigo Claudio Mejorado Márquez, hoy ya se ha ido, dejándonos una sonriente imagen de entrega y servicio, sin el ingrediente de los banales protagonismos”.
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