Cuando se mantiene lo importante, el legado de la empresa familiar no se pierde

    Por fortuna, la empresa familiar puede evitar esas transformaciones con mayor frecuencia, debido a que no debe responder a una gran directiva o intereses de otras empresas que se adhieren a ella, la empresa familiar cuida de mejor manera su filosofía, intereses y desarrollo

    Hay un texto de Khalil Gibran que dice que antes de entrar al mar, el río siente miedo. Mira hacia atrás y reconoce el camino que lo lleva a esa desembocadura: las montañas, las selvas, las rocas que ha cruzado, y se da cuenta de que una vez que se mezcle en el océano, se perderá para siempre. Es como el final de The Good Place: después de invertir cientos de años buscando la forma de ayudar a los seres humanos a convertirse en mejores versiones de sí mismos, Eleanor, la protagonista, sabe que es momento de fundirse en el universo. Y aunque también teme que eso signifique desaparecer de la vida, un aspecto de su espíritu trasciende, gracias a quienes la conocieron y se contagiaron con su entusiasmo.

    Tal vez es un tema que suena a concepto metafísico, pero lo cierto es que las empresas comparten algo entre la anécdota de Gibran y el desenlace de Eleanor, especialmente cuando comienzan a crecer: ¿la trascendencia yace en la forma en que crece su fortuna? Por supuesto, eso depende mucho del tipo de organización que es porque, como bien lo señalan Nick Di Loreto y Rob Lachenauer en un artículo de la revista Harvard Business Review, no funciona igual para una compañía con inversionistas y regulaciones al pendiente de sus movimientos, que con una empresa familiar.

    Para la primera, existen mecanismos y estrategias que se diseñan para encontrar atajos en todas sus áreas para optimizar gastos, recibir la mayor cantidad de ganancias. Si se convirtiera en el plano de una construcción, habría muchos cuartos escondidos, pasadizos y muros falsos para que un edificio luciera más como una casa habitación desde fuera para así ahorrar en permisos. Este tipo de acciones son las que cambian la filosofía de una empresa que se escuda detrás de una expansión para olvidarse de sus objetivos iniciales, mucho más humanos. Sus clientes, competidores y quienes pertenecen a su industria se dan cuenta de esto rápidamente, lo que puede diluir lo que antes la hacía grande.

    Por fortuna, la empresa familiar puede evitar esas transformaciones con mayor frecuencia, debido a que no debe responder a una gran directiva o intereses de otras empresas que se adhieren a ella, la empresa familiar cuida de mejor manera su filosofía, intereses y desarrollo sin verse frente a la tentación de caer en las trampas de ciertas estrategias, lo que ayuda a que mantengan lo que la hace que su legado sea más fuerte.

    Dicho esto, no significa que las empresas familiares están exentas, porque la oportunidad siempre puede aparecer. Lo que conviene en estos casos es vigilar que la intención no se pierda y poner atención a ciertas señales que indican que esa ética o filosofía corre el riesgo de perderse:

    1. Se manipula la narrativa familiar

    Lo que convierte a la empresa familiar en una organización fuerte está en sus orígenes. A medida que pasa el tiempo, existe la posibilidad de editarlos para que encajen en una historia más complaciente o con menos errores. Demasiado perfecta. En lugar de transmitir los valores de esta historia de generación en generación, se crea una en la que se olvidan las grandes lecciones que hacen sólida a la organización.

    2. Se define a la familia y a la empresa por el dinero que tiene

    Es decir, ya no se distingue al negocio por su calidad o el gran servicio al cliente, sino porque su nombre está asociado a grandes propiedades, consorcios, espacios que toman su nombre o publicaciones que resaltan el valor financiero de su legado, no por la forma en que impacta a la comunidad en la que existe.

    3. Las ganancias se convierten en la prioridad

    Por supuesto, todos los negocios buscan generar ganancias. Eso es un objetivo lógico y que se espera de cualquier empresa para mantenerse activa. Sin embargo, es importante que exista un equilibrio que permita que esté vigente la misión original, por la que la empresa existe. Ese es el concepto rector, la médula espinal que le recuerda a las próximas generaciones (de clientes, proveedores, herederos) la razón de ser.

    De esa forma, lo que podría perderse en un océano de tiempo y de emprendimientos, se convierte en la gota que ayuda a otros a cambiar y que le recuerda a las personas que, aunque negocio, la empresa familiar tiene la ventaja de darle valor a la gente, no amasar dinero. Así, se asegura su trascendencia.

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