Arturo Damm Arnal
En mi artículo La visión de Hacienda, ¿realista?, critiqué la afirmación, aparecida en el penúltimo informe semanal de la SHCP, de que "nuestro País está hoy sólidamente posicionado como un destino seguro para el capital, y (que) la deuda ya no es un factor de vulnerabilidad para las finanzas públicas y la economía familiar
", crítica por la cual Ricardo Medina me llama arrogante.
Afirma Medina que "parecería que para algunos críticos contumaces reconocer un solo logro del Gobierno (
) -en este caso, que desde hace unos 13 o 14 años sí ha habido un manejo cada vez más responsable de la deuda pública - les significaría perder su pureza inmaculada" En primer lugar, si por contumaz entiende Medina tenaz en mantener el error, no me pongo el saco. Exagera, y espero que no resulte contumaz al respecto. En segundo lugar, en materia de deuda pública reconozco, tal como está escrito en La visión de Hacienda, ¿realista?, que ha habido avances, sobre todo en materia de deuda externa.
Dicho lo anterior debo aclarar que el artículo, que suscitó el comentario de Medina, no tiene como tema central la afirmación de que la deuda ya no es un factor de vulnerabilidad para las finanzas públicas y la economía familiar, sino la aseveración de que nuestro país está hoy sólidamente posicionado como un destino seguro para el capital, algo que no es cierto, tal y como Medina lo ha reconocido en sus artículos. La economía mexicana no es ni todo lo segura ni todo lo confiable que podría ser, mucho menos para los capitalistas.
Volviendo al tema de la deuda, señala Medina que "realmente parece desorbitado, de cerrazón dogmática, sentenciar que cualquier dólar o peso de deuda es maligno y citar tramposamente la equivalencia ricardiana de que la deuda de hoy serán los impuestos o los ajustes al gasto público de mañana". En primer lugar, en ningún momento escribí que cualquier dólar o peso de deuda es maligno, pero sí sostengo que la deuda debería ser una manera extraordinaria de financiar gastos extraordinarios y no, como sucede, una forma ordinaria de financiar gastos ordinarios. Lo ideal es que todo el gasto gubernamental se financie con impuestos. En segundo lugar, niego que haya yo utilizado la equivalencia ricardiana de manera tramposa. Pude haberme equivocado, pero no hice trampa. Sostengo que la deuda de hoy se traducirá, mañana, en más impuestos y/o en menos bienes y servicios ofrecidos por el gobierno, tal y como lo afirma la equivalencia ricardiana. ¿Dónde está la trampa?
Por último Medina señala, refiriéndose a la equivalencia ricardiana, que "si la deuda de hoy nos obliga a reducir los bienes y servicios ofrecidos por el gobierno (
) a lo mejor nos dejará algo bueno...", afirmación que, pese al a lo mejor peca de ingenua, ¡no de tramposa!, porque lo más probable es que la deuda de hoy, suponiendo que no se contrate nueva para pagar vieja, se traduzca en más impuestos.
Aclarado el punto, te mando, estimado Ricardo, un abrazo.
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