Desde este lunes, Sinaloa volvió a colocarse en rojo en el semáforo epidemiológico que mide el Covid-19. Es el nivel más alto y se alcanzó debido a la gran cantidad de personas que han enfermado a lo largo de todo el Estado.
Se trata de la llamada “tercera ola” de la pandemia del coronavirus, que para el caso de Sinaloa, ha sido más intensa que las dos anteriores.
Ante esta situación, las autoridades estatales y locales decidieron limitar algunas de las actividades económicas con la que pretenden frenar la ola de contagios que ha vivido la entidad.
Sin embargo, a diferencia del año pasado, en que el confinamiento y cierre de empresas fue una de las medidas tomadas para afrontar la pandemia, en esta ocasión solo se ha apostado por limitar las actividades.
La autoridad, del nivel que sea, ha tomado una decisión con la que busca contribuir a evitar el esparcimiento del virus y sus consecuentes contagios, pero ante esta crisis, el esfuerzo debe ser de todos.
El Gobierno, con las instrucciones y la supervisión que le toca hacer, para que se cumplan con los protocolos sanitarios.
Las empresas, otorgando a sus empleados las condiciones para desempeñar el trabajo sin exponerse al riesgo de enfermarse.
Y el de la población, una de las partes más importantes, poniendo todo de su parte para que la ola de contagios pueda ser frenada. Si la gente no entiende lo importante que resulta usar un cubrebocas, lo trascendente que es no asistir a lugares donde corre el riesgo de infectarse o en su caso, de mantener la distancia, y lo vital que representa mantener una higiene adecuada, la ola de contagios no se va a detener.
Hoy, la parte que le corresponde a cada uno de los actores sociales es cumplir con la tarea que le corresponde: protegerse para proteger a los demás y salir adelante de esta contingencia sanitaria, en su tercera etapa. Si así ocurre, alcanzar la meta será más fácil.
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