Las cuentas no salen: la economía no crece, los programas sociales consumen la mayor parte de los recursos, los proyectos faraónicos continúan engullendo miles de millones de pesos, la corrupción desangra las cuentas.
Los gobernadores se rascan los bolsillos, aumentan impuestos, cobros, cualquier posibilidad de recaudación se atiende inmediatamente, porque del centro del País no llega más.
Cuando parecía que nos habíamos librado de dictaduras, arrogancia y corrupción, pareciera que continuamos enfrentando gobiernos dedicados a destruir lo poco que queda en nombre del pueblo.
La trampa es perfecta y conduce inevitablemente a la quiebra del País: se regala el dinero a los pobres creados por “anteriores administraciones”, esos pobres dan sus votos y gracias a ellos se gobierna.
El problema es que el dinero no es infinito, en algún momento se agotará, pero por mientras se le quitan recursos a instituciones o paraestatales, se les niega la ayuda a los estados, se ignora a los municipios, se dejan sin aumentar recursos a renglones vitales como la seguridad, la educación y la salud.
Eso sí, se continúa la dispersión, aunque poca pero sí constante, la necesario para que la “clientela” siga votando.
Y por si fuera poco, sobran gobernantes de todos los niveles que se enriquecen, que siguen creyendo que ese es “su derecho”, al fin que México aguanta.
¿Hasta cuándo?