Cuba tiene muchos años dormida, apaleada, asustada, pero hasta el miedo tiene un límite, cuando ya has despojado a tu pueblo de todo, ya hay poco que perder.
La pandemia ha terminado por acelerar una situación económica insostenible en la isla comunista, simplemente porque acabó con la única entrada de divisas que mantenía al País respirando artificialmente: el turismo.
El virus consiguió lo que el régimen castrista nunca consiguió, aislar a Cuba de tal manera, que prácticamente nadie sale ni entra a la isla, debido a las restricciones sanitarias.
Los vuelos de y hacia la isla prácticamente desaparecieron y con ellos la única vía de entrada de los turistas que mantenían a flote al País entero.
El domingo, el hartazgo de una pequeña comunidad al sur de La Habana, la capital, hizo salir a las calles a un grupo de gente y su ejemplo cundió como reguero de pólvora por todo el País.
A falta de Fidel Castro salió a enfrentar las protestas el Presidente Miguel Díaz-Canel, y lo hizo a la antigua, derrochando amenazas y rodeado por una corte de seguridad con mirada de asesinos.
Sus argumentos para desacreditar a las miles de personas que salieron a exigir libertad son tan viejos como el embargo que mantiene Estados Unidos sobre su economía y su discurso es muy pobre comparado al del viejo líder comunista.
Después de las protestas inició una cacería predecible en contra de los que el Gobierno considera responsables del levantamiento popular, como si se necesitaran líderes para salir a la calle y denunciar que se tiene hambre.
Cuba salió a la calle harta de más de 60 años de una férrea dictadura comunista, ideológica y familiar, donde un grupo de ancianos consigue mantenerse en el poder, a pesar de que su viejo fundador ha muerto.
Lo del domingo ni siquiera fue organizado y así provocó que temblaran los cimientos de un País anclado en el tiempo, sin argumentos y sin futuro posible.
Suscríbete y ayudanos a seguir
formando ciudadanos.
