El feo rostro de la violencia

    Jalisco y Guanajuato se convirtieron en la muestra más pura y dura de una realidad que nuestros gobiernos se empeñan en mantener oculta, como la basura que se barre y se oculta debajo de la alfombra. El discurso oficial siempre tiende a minimizar la existencia de la delincuencia organizada en el territorio nacional, cualquiera que sea el color político de nuestros gobernantes en turno, todos se empeñan en negar el avance de la delincuencia. Sin embargo, la realidad siempre se impone...

    Jalisco y Guanajuato conocieron el feo rostro de la delincuencia organizada, esa que ha ido reproduciéndose silenciosamente, y en ocasiones no tanto, y que asoma cuando se siente agredida por las fuerzas del orden.

    Zapopan, Jalisco, y seis municipios de Guanajuato se convirtieron en la muestra más pura y dura de una realidad que nuestros gobiernos se empeñan en mantener oculta, como la basura que se barre y se oculta debajo de la alfombra.

    El discurso oficial siempre tiende a minimizar la existencia de la delincuencia organizada en el territorio nacional, cualquiera que sea el color político de nuestros gobernantes en turno, todos se empeñan en negar el avance de la delincuencia.

    Sin embargo, la realidad siempre se impone, los sinaloenses ya lo vivimos, aquel “jueves negro” en Culiacán, en el 2019, cuando un “ejército” de criminales salió a las calles a dejar en claro que ellos mandaban en Sinaloa.

    Ahora fue en otros estados, con la misma cara anónima, fiera y cobarde que dan las armas, la sorpresa y el terror que infunde la violencia, siempre en contra de la población indefensa.

    Y otra vez las fuerzas armadas se quedaron en sus cuarteles, o miraron con la cabeza agachada, mientras los delincuentes lastimaban a la población que debían defender.

    Ni militares ni policías fueron capaces de contener la embestida del animal herido, que sale de pronto de sus guaridas a mostrar los dientes, para dejar en claro su capacidad de destrucción.

    La delincuencia organizada y nuestros gobiernos juegan un peligroso juego, donde lastimosamente la población civil se encuentra en medio del fuego cruzado, sin que nadie, hasta ahora, haya encontrado una forma de resolver el problema.

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