La punta del iceberg

Párese usted en cualquier colonia popular de alguna ciudad de Sinaloa y comience a preguntar a los vecinos si conocen algún caso de desaparecidos, ya sea entre su familia, sus amigos o sus conocidos y se sorprenderá.

El problema de los desaparecidos en Sinaloa es tan grave, que estamos lejos de darnos cuenta de la profundidad de un delito que corroe las fibras más sensibles de la sociedad sinaloense.

Son miles y miles de personas las que han desaparecido en Sinaloa, la mayoría de los casos permanecen en el silencio, ya sea por miedo, por ausencia de confianza en las autoridades o por ignorancia, pero son pocas las personas las que denuncian una desaparición.

Según las cifras oficiales, desde el 2020 para acá, han desaparecido casi 8 mil personas en Sinaloa, pero las evidencias nos aseguran que esa cifra es apenas la punta del iceberg de un modus operandi que le garantiza a la delincuencia organizada impunidad y silencio.

Las autoridades también se han servido de las desapariciones, en un acuerdo tácito con la delincuencia organizada, las desapariciones funcionan como una forma de asesinar sin hacer ruido ni dejar huellas qué perseguir.

Las desapariciones se han convertido en una de las formas más crueles de lastimar no solo a las víctimas directas, sino a los familiares de las víctimas, obligándolos a sufrir una vida completa sin información sobre sus seres queridos desaparecidos.

Hoy estará en Sinaloa una delegación del Comité contra las Desapariciones Forzadas de la Organización de las Naciones Unidas, con la misión de supervisar el impacto de uno de los crímenes más dolorosos en México.

Ojalá y los enviados puedan darse cuenta del enorme y masivo problema que significan las desapariciones en México y no se queden solo con la punta del iceberg.