El caso de Emilio Lozoya, ex director de Pemex, es un caso que puede servir como ejemplo de muchas de las cosas que pasan en México.
Lo primero que nos permitió ver el caso es la anunciada corrupción de los funcionarios de los gobiernos mexicanos y la impunidad con la que realizan negocios millonarios, sin apenas vigilancia.
Su detención, para bien o para mal, nos demostró que sólo se puede dar si hay voluntad política, de otra forma, el ex funcionario continuaría viajando por el mundo, mientras disfrutaba del dinero que ganó gracias a los millonarios sobornos otorgados por la empresa brasileña, Odebrecht.
El problema es que México fue uno de los últimos países donde se destapó el escándalo de los sobornos, cuando en países de Sudamérica permanecen decenas de ex funcionarios en la cárcel, por haber recibido sobornos de la misma empresa.
Además, en México sólo ha sido implicado Lozoya, cuando decenas de ex funcionarios participaron en las negociaciones, incluso se especula que el mismo ex Presidente Enrique Peña Nieto podría haberse beneficiado directamente.
Finalmente Lozoya se entregó, pero era evidente que lo había hecho después de negociar su libertad restringida, lo que le permitía vivir disfrutando de lo que había “logrado”.
Finalmente Lozoya entró a prisión, pero no porque la justicia lo haya decidido por sí sola, necesitó la presión provocada por las fotos de la periodista Lourdes Mendoza, quien dio a conocer las imágenes donde el presunto funcionario corrupto cenaba en un restaurante de lujo, a pesar de estar enfrentando un juicio de magnitud nacional.
Lo que finalmente nos lleva a la necesaria actuación de los medios de comunicación, especialmente atacados por el Presidente Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores.
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