Servicios de calidad

A finales de agosto, el huracán Nora pegó en el sur de Sinaloa. Y poco más de un mes después, a principios de octubre, hizo lo mismo el huracán Pamela en la misma zona.

Fue un año diferente a otros en la entidad porque generalmente, la proximidad de un huracán es visto como positivo por la cantidad de lluvias que deja y que permite asegurar otros ciclos agrícolas.

Y aunque así fue, hubo un detalle que no ha sido del todo positivo: el exceso de agua ha sido la razón por la que Mazatlán ha padecido, desde entonces, de un agua turbia en los hogares.

Sí, hubo un exceso de lluvias que ha sido buena para la agricultura, pero no para la gente de Mazatlán, donde no ha sido posible tener un agua de calidad en sus casas. Y una de las principales razones, además de la lluvia, es que el agua que se abastece tiene otro origen.

Porque sí, habrá quienes digan que antes, aún con las lluvias que dejaban los huracanes, se tenía agua más limpia y hay una explicación muy simple: antes se extraía de pozos profundos y su proceso de limpieza era más simple. Hoy, el agua se abastece de la presa Picachos y ahí, las lluvias de los huracanes provocó que se removieran sedimentos que hasta ahora no se han asentado.

Y aunque Mazatlán tiene dos plantas potabilizadoras, los procesos no son suficientes para limpiar el agua que está demandando la ciudad. Y se entiende.

Pero lo que no se entiende, hasta hoy, es que pasan los meses y el producto final, el agua, sigue saliendo turbia, como si no se hiciera nada.

Los usuarios de la Junta de Agua Potable de Mazatlán pagan por un consumo de agua que debería garantizarse limpia y hasta ahora no se ha hecho.

Y sí, aunque se trata de fuentes de abastecimiento relativamente nuevas, la Jumapam debería estar aplicando su experiencia de años para resolver un tema que es molesto para los usuarios. Y no lo ha hecho.

Porque ocurre con el agua turbia, ocurre con las fugas constantes, ocurre con el derrame de aguas residuales y ocurre cuando hay desabasto. Los problemas siguen.