Hay días malos y días peores, así podría definirse lo que percibimos en estas semanas en Sinaloa: no es nada sencillo para los ciudadanos estar a la expectativa de lo que harán cada día los grupos criminales.
El fin de semana fue letal en varios municipios, pero más en Culiacán. Mientras que en Mazatlán, una balacera y persecución a una camioneta blindada a cuyo conductor querían matar, costó que la trifulca se extendiera por varias colonias, provocando el temor entre los mazatlecos, no sólo de la zona en cuestión, sino de prácticamente toda la ciudad.
La noche del domingo se cimbró el puerto, pues ahora sí sintió la violencia no sólo tocando a su puerta, sino traspasándola. Situación que ya se había empezado a percibir con varios asesinatos los días previos, pero que con la tensión de antenoche vino a catapultarse y dejó un lunes pasmado, como a la expectativa de qué sigue.
Los sinaloenses, estoicos y entrones, se notan ahora desanimados, casi derrotados... ¿será que ha costado demasiado el aceptar que esta podría ser su nueva realidad? El estar metidos en un sube y baja emocional, con el temor de lo que puede tocarnos, con la duda de si salir o no, con la preocupación de cómo adaptar nuestras rutinas diarias a unas más seguras, con nuestra cotidianidad totalmente vuelta al revés seguramente está teniendo ya un costo mental alto para la mayoría.
Con un Culiacán caído, con negocios afectados, la realidad completamente trastocada, y los demás municipios observando o ya resintiendo su parte, nos arroja en la cara un estado dolido, con miedo y coraje, que se siente en la indefensión.
Exigir un alto a la violencia, una nueva estrategia de combate al crimen organizado, la implementación de una alianza de paz...todo se antoja lejano y difícil. Y lo peor es que no se vislumbra pronta solución.
Así de derrotados nos sentimos.