Escribir un tuit ofensivo y lanzarlo en el desbordado arroyo de la comunicación masiva es algo así como gritar desde la muchedumbre, como el que se esconde detrás de miles para lanzar un dardo envenenado.

    Las redes sociales cumplen un sin fin de funciones, pero quizá la más fea y peligrosa es la de convertirse en un arma política, disparada desde el anonimato de la masa que escribe sin límites ni recato.

    Escribir un tuit ofensivo y lanzarlo en el desbordado arroyo de la comunicación masiva es algo así como gritar desde la muchedumbre, como el que se esconde detrás de miles para lanzar un dardo envenenado.

    Si a eso le sumamos que la mayoría de los usuarios de la redes sociales lo hacen para descargar su ira, su descontento o simplemente para romper con el aburrimiento de una vida sin más alcances que los que da un vituperio entre las gradas de la lucha libre, tendremos una idea de lo que pasa en el ring de los tuitazos.

    En los últimos días hemos sido testigos de cómo fue atacada la esposa del Presidente Andrés Manuel López Obrador, Beatriz Gutiérrez Muller, después de que salió a defender a su marido a través de un tuit.

    La respuesta colérica de una multitud vociferante nos dice muchas cosas, pero sobre todo nos habla de una época que seguramente será estudiada en el futuro y que muestra cómo vivimos una época rudimentaria, donde cualquiera puede insultar a través de las redes.

    Que si la señora actuó de manera correcta al salir en defensa del Presidente, que si escribió con errores su comentario, que si los reclamos son justos o no, no lo sabemos, ni siquiera es tema de esta editorial.

    Nuestro posicionamiento va más allá, lo dirigimos a una sociedad que en lugar de aprovechar las redes sociales para algo bueno, se ha dedicado a construir un circo romano donde cualquiera puede saltar a la arena y morir acuchillado a tuitazos.

    Es también imposible pedir una estricta regulación, a final de cuentas se trata de civilidad, de educación, de límites en las relaciones humanas, y para eso no hacen falta leyes, hace falta humanidad.

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