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"Obiter Dictum"

"Alberto Sánchez Pérez, Carlos Morg y Hans Kelsen"

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ANTE NOTARIO

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    A mi madre, hoy en su cumpleaños.

    En el verano de 1995, cuando México vivía una de las peores crisis económica y política, a partir de los atroces asesinatos de distinguidos miembros de la clase política mexicana, un candidato presidencial, un presidente del partido (del ogro filantrópico), un cura en el aeropuerto de Guadalajara, el surgimiento del EZLN, los errores en las decisiones financieras, en ese entorno más que complejo, inicié mis estudios de Derecho en la Universidad Autónoma de Sinaloa, en Mazatlán.


    Previamente estuve de oyente en la entonces Universidad de Mazatlán (UNIMAZ) donde, en virtud del apoyo fraternal de don Fernando Orrantia, pude asistir a las clases de Derecho. Ahí conocí al profesor López Medina, un distinguido profesor de Derecho que había impartido cátedra en la Libre de Derecho (de la Ciudad de México) y poseía un gran acervo intelectual jurídico que, bien aprovechado por los estudiantes, servía para potencializar nuestras capacidades.


    La idea era obtener una beca e inscribirme formalmente al iniciar el semestre en 1995. La UNIMAZ cerró y me inscribí en la UAS. No había para más. Ciertamente a mis 20 años, si bien ya iba dos años tarde, podía anticipar que la UAS no era la mejor opción, sí la única lamentablemente. Sin embargo, traté de aprovechar el tiempo de la mejor manera, no obstante que la UAS tenía una biblioteca raquítica y hacia ese año el Internet no existía, por lo que la capacidad de consultar bibliografía o hemerografía, nacional o extranjera, era nula.
    Las clases se impartían por las mañanas. Me llamaba la atención que para las 11 am ya había terminado clases y tenía tiempo libre de sobra pero no tenía asignadas tareas de investigación y estudio. Sentía que estaba perdiendo el tiempo. Ya en mi casa, tomaba los libros de Derecho que me encontraba (lo que venía haciendo desde que terminé la prepa en el ICO), unos que habían sido de mi abuelo paterno, don Joaquín García Blengio (quien fue Ministerio Público y Juez en Mazatlán) y otros que mis hermanos llevaron en sus carreras de Contabilidad, Economía y Administración de Empresas. Decían que el Derecho se aprendía estudiando y que no importaba el nivel de la Universidad. Que el que quisiera ser exitoso lo sería. Trataba de creerme ese cuento, era lo que más me convenía, supongo.


    Gratamente, tuve un par de profesores en la UAS que, dentro de todas las carencias (inadmisibles) destacaban por sus conocimientos y por su talante. Uno de ellos el profesor Alberto Sánchez Pérez, a quienes los estudiantes de primer semestre temían por su fama de exigente. El otro, Carlos Morg, quien nos enseñaba con un estilo peculiar, trágico-cómico, lógica jurídica. Sus enseñanzas me sirvieron mucho, tanto en el ITAM como en el doctorado que cursé (2002-2004) en la Universitát Pompeu Fabra (Barcelona) donde, por cierto, un gran lógico del Derecho, seguidor la escuela de los maestros Carlos Alchourrón y Eugenio Bulygin, el doctor Ricardo Caracciolo nos deleitaba con sus conocimientos.


    Al mazatleco Sánchez Pérez le agradezco que puso en nuestras manos la “Teoría Pura del Derecho” del ilustre profesor vienés Hans Kelsen. Lo que aprendí, gracias a él, me sirvió enormemente para sentar las bases que me permitirían descifrar temas complejos como la “norma hipotética fundamental” o la “cláusula alternativa tácita” y obtener un 10 en el primer semestre del ITAM, en un seminario precisamente dedicado a entender el pensamiento de Kelsen, (que junto con el seminario de “Santo Tomás” impartido por el filósofo Rodolfo Vázquez) formaba parte de la materia Teoría del Derecho “1” (coordinada por otro gran jurista, Victor Blanco) y que nos lo impartió el ex presidente de la Suprema Corte de Justica de la Nación, el querido y admirado profesor don Ulises Schmill.


    Estuve en la UAS un año académico. En el verano de 1996, tras ser aceptado en el ITAM, con grandes esfuerzos familiares, logré “largarme”. Me llevé lo mejor que encontré. Después de muchos años he regresado a la UAS a dar pláticas, a las que amablemente me invitan. Espero poder contribuir con mi casa de estudios, cuando me inviten, y deseo que los jóvenes encuentren a los maestros que necesitan para desarrollar sus capacidades. El Derecho se aprende estudiando, pero se necesita tener buenas guías. Sin un buen maestro, el nivel del estudio se queda a medio camino.


    Muchas gracias a los profesores Alberto Sánchez Pérez y Carlos Morg.

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