"AMLO en Sinaloa: cumplir no importa"

Teje ilusiones, pero no hila realidades

A su paso por Sinaloa, ese “huracán” de popularidad llamado Andrés Manuel López Obrador dejó una nueva estela de expectativas sin definir el cuándo ni el cómo serán concretadas, porque el Presidente vino y dejó tantas esperanzas latentes como pudo y atribuyó las protestas a la falta de información en los inconformes. A toro pasado, lo único verificable es que el Mandatario mexicano vino a recibir baños de pueblo y que la gente lo quiere, cumpla o no sus promesas.

La narrativa de las giras presidenciales se torna predecible y aburrida. Las masas que hacen hasta lo imposible por tocar al político y con palparlo se sienten satisfechas y ya no le piden más, mientras el principal inquilino de Palacio Nacional trae una frase o dicho popular para encender o apagar ilusiones, según le convenga a él, solamente a él y no al País.

El viernes, en Villa Unión, comprometió que “todas las mexicanas y mexicanos podrán acceder a su derecho de servicios de salud pública de calidad” y que “acabará con el desabasto de medicamentos en los hospitales del sistema de salud, hasta en las comunidades más lejanas”, sin poner fechas o decir cuántos enfermos tendrán que morir antes por la falta de medicinas.

Y el sábado, en El Fuerte, afirmó que se apoyará como nunca la actividad agrícola estatal porque “se tiene contemplado fortalecer a la entidad como el mayor productor de alimentos... Vengo hablando con el Gobernador de fortalecer a Sinaloa como la entidad más importante en producción de alimentos, granero nacional”, sin embargo, precisó que eso tendrá que “esperar un poquito” debido a que los campesinos más pobres tienen prioridad.

López Obrador es un excelente tejedor de ilusiones y mal hilador de realidades. Maneja al dedillo el discurso constructor de quimeras y crea los espejismos necesarios para enseguida dejarlos sueltos en la imaginación y aguardo de los mexicanos. Si cumplió o falló, es lo de menos; lo importante es que defiende a los marginados, a los cuales ningún otro Presidente había redimido, teniendo la sola referencia de ellos el poder para reivindicarlos.

Así ha venido en cuatro ocasiones a desatar tormentas de esperanzas. En enero expuso su buena relación con el Gobernador Quirino Ordaz Coppel “y si no les gusta, no me importa” sin que ese buen trato se refleje al menos en el adecuado flujo del presupuesto federal aprobado por el Congreso de la Unión para Sinaloa. En febrero ofreció concluir proyectos estratégicos como las carreteras Badiraguato-Parral, Choix-Bahuichivo y San Ignacio-Tayoltita, así como las presas Picachos y Santa María, incumpliendo hasta ahora tales promesas.

En junio estuvo en Los Mochis y les ofreció a los que se oponen a la construcción de la planta de amoniaco de Topolobampo que “vamos a hacer una investigación del asunto, seria, para ver si hay beneficios o se perjudica a la gente. Lo que es real, la verdad. ¡La verdad nos hará libres siempre!” y hoy, cuatro meses después ni señas de tal intervención presidencial en el asunto.

El viernes y sábado, la cronología de la gira de AMLO se repitió exactamente igual a las anteriores. Lugares comunes, ofertas imprecisas, jerga que enciende esperanzas o apaga inconformidades, muchedumbre a punto de encenderle veladoras... Y el paso impávido del jefe de las instituciones nacionales levitando en la prédica y el aplauso que desde el primero de diciembre de 2018 se instaló como estilo de la Cuarta Transformación, por decreto.

Elevado al espacio solo habitable por el ídolo, los que no están de acuerdo son los desinformados, los que no saben que él tiene otros datos. Los colonos de Mazatlán que están siendo arbitrariamente desalojados de los terrenos urbanos que habitaban, los ex colaboradores del Alcalde Luis Guillermo Benítez Torres que plantean destituirlo del cargo, los productores agrícolas que exigen políticas públicas de certidumbre, los médicos, enfermeras y maestros que quieren plazas laborales asignadas al margen de influyentismos y los que resisten en la lucha para impedir la planta de fertilizantes de Topolobampo.

Eso sí, puntualmente la oratoria se encadenó con la apoteosis. La ceremonia en Guasave de reapertura del estadio Carranza Limón y el retorno de “Algodoneros” evidencia la naturaleza del político tabasqueño a quien la aclamación popular le es vital, como el agua al pez. La turba es agradecida y obvia indagar en los entresijos de la gracia concedida. ¿Qué importa que el humo del populismo se esparza rápido con el menor viento de realismo?

Así fue el recorrido de López Obrador de Villa Unión a El Fuerte. Sin números concretos de la inversión pública federal ni plazos para implementar las acciones enunciadas, lo único destacable es que pidió a la gente que no lo apachurre tanto y evite detenerlo en sus recorridos porque ya no aguanta los apretones y los retrasos que en las tres campañas como candidato a la titularidad del Gobierno de México, sí tenía fuerzas y tiempo. Ahora, entiendan, es el señor Presidente.

Reverso

Los sinaloenses, quien lo creería,

Hoy viven de puro amor,

Y se alimentan, como ambrosía,

de fe en López Obrador.

El ‘ojo’ en Sinaloa

Debajo del protocolo intenso de la gira en Sinaloa, el Presidente López Obrador se dio tiempo para recibir un reporte de cómo está la situación política y social en el estado y el informe de resultados del desempeño de la Cuarta Transformación. Le ha dicho a su superdelegado Jaime Montes Salas, el gran ojo de AMLO en la entidad, que lo mantenga al día del trabajo que realiza la estructura local gubernamental y legislativa a cargo del Movimiento Regeneración Nacional, yéndose actualizado para una vez en el despacho presidencial tomar las medidas correspondientes. ¿Cuáles? Muy pronto las veremos.

alexsicairos@hotmail.com