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"Opinión"

"Bendito huachicoleo"

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11/01/2019

    Joel Díaz Fonseca

    Rosario, dama muy hacendosa, salía todas las tardes, manguera al hombro, a regar su jardín. El agua salía con mucha presión, así que no tenía problemas para mantener siempre en buena forma sus plantas.
     
    Con el paso de los días comenzó a notar una baja en la presión, pensó que tal vez la Junta de Agua estaba operando deficientemente, y aunque cada vez tardaba más tiempo en regar las plantas y el pasto, pensó que el problema sería pasajero.
     
    Llegó un momento en que de la manguera salía apenas un hilillo de agua, así que comenzó a revisarla palmo a palmo y se encontró con que tenía cientos de perforaciones por donde se escapaba el líquido.
     
    En los años recientes comenzó a hablarse del “huachicoleo” y de los “huachicoleros”, centrándose la atención en las bandas de ordeñadores de ductos, que fue en lo que se convirtieron los “huachileros”, fabricantes y comercializadores de bebidas alcohólicas adulteradas, según explica el académico Luis Alberto Salmerón.
     
    Nadie había reparado, hasta ahora, en que al volverse el “huachicoleo” un muy redituable negocio, surgió una gigantesca red de complicidades en Pemex y en muchas otras dependencias del gobierno.
     
    ¿Nadie en Pemex y en la Secretaría de Energía se dio cuenta de que a lo largo y ancho del país los ductos habían sido perforados y se estaban perdiendo millones de litros de combustible?
     
    Si una sencilla ama de casa, tal vez sin ningún título universitario y mucho menos un posgrado en alguna prestigiada universidad de Estados Unidos o de Europa, pudo detectar la fuga y encontrar la causa del problema, ¿por qué las decenas, cientos o quizá miles de ingenieros petroquímicos, ellos sí egresados de universidades de postín, que trabajan en Pemex y en la Sener, o los investigadores de la PGR y los arqueadores de Hacienda, o el propio sindicato de petroleros no se dieron nunca cuenta de ese robo gigantesco de combustibles?
     
    ¿Qué hacían el director y los subdirectores generales de la empresa petrolera, y las cabezas del sindicato más poderoso de México? ¿No se dieron cuenta, o eran parte del jugoso negocio?
     
    La venta de hidrocarburos es el negocio de Pemex, si había una baja muy importante en la distribución de gasolina tendrían que haberse dado cuenta e investigar el asunto hasta dar con los responsables y meterlos a la cárcel.
     
    Igualmente, el sindicato de petroleros tendría que haberse dado cuenta de los problemas en la distribución de hidrocarburos y haber puesto el grito en el cielo. No lo hicieron, porque seguramente sus dirigentes se llevaban una buena parte del negocio clandestino.
     
    Las investigaciones ordenadas por el Presidente López Obrador han dado ya con algunos funcionarios (menores ciertamente), y un alto mando militar, cuya responsabilidad era justamente frenar el saqueo de combustibles.
     
    El Senador Carlos Romero Deschamps, máximo dirigente de los petroleros, siente pasos en la azotea y ha tramitado un amparo, temiendo que el fuego le llegue a los aparejos. Y todavía tiene el cinismo de agradecer a López Obrador que haya emprendido el combate a la corrupción.
     
    Romero Deschamps es sin duda el mexicano que acumula más denuncias por corrupción y robo en su contra, sin embargo la Procuraduría General de la República jamás ha emprendido acción penal en contra del Senador. La impunidad ha sido el escudo con que se ha protegido durante décadas para cometer toda clase de triquiñuelas.
     
    El miércoles un grupo de miembros del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana clausuró simbólicamente la sede de esa organización en la Ciudad de México, exigiendo la salida de Romero Deschamps, y que se investigue si está involucrado en el robo de combustibles.
     
    Se requiere de mucha voluntad para erradicar ese cáncer que ha estado devorando los veneros del petróleo de los que hablaba Ramón López Velarde en su “Suave Patria”.
     
    El poeta advertía en su descriptivo poema que fue el diablo quien le escrituró a nuestra patria los veneros de petróleo, y hoy, a casi 100 años de distancia, vemos que la industria petrolera es devorada por intereses, si no diabólicos, sí insanos; que está siendo asfixiada por el voraz monstruo de la corrupción, que se bebe, sorbo a sorbo, el oro negro que corre por las venas de la patria.
     
    Las investigaciones y las acciones emprendidas por el Presidente López Obrador contra el huachicoleo pueden ser el preludio del fin del cacicazgo de Romero Deschamps, por eso es válido exclamar: ¡Bendito huachicoleo!
     
     

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