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@rodolfodiazf
Todos conocemos la fuerza propulsora del amor y del rencor. Ambos encadenan fuertemente a las personas, pero en dirección contraria. El amor, como en una cadena de favores, impulsa a las personas a formar eslabones de confianza y esperanza; el rencor, en cambio, estimula las ganzúas que rompen estos eslabones y desencadenan el odio y la venganza.
Un día, el director de una empresa, furioso, regañó duramente a uno de sus colaboradores. Éste regresó a su casa de mal humor y le reclamó a su esposa el gastar demasiado. La esposa, herida por este reproche de la nada, se desquitó con la niñera con el pretexto de que no revisaba bien la tarea de los niños. La muchacha pateó al perrito que no hacía más que cruzar la habitación. La mascota se fue de ahí y, muy enojada, le mordió la pantorrilla a una anciana, que no entendió el porqué ni el cómo de la agresión. Llegó al hospital al borde del shock, por lo que se le fue encima con reclamos y pataletas al joven enfermero de guardia, a quien consiguió sacar de quicio. Éste regresó a su casa, agotado, y le reprochó a su madre la temperatura de la sopa. Ella se quedó callada, acarició el cabello de su hijo y le dijo: “Mañana te haré las albóndigas que tanto te gustan… Trabajas mucho, hijo. Tómate un baño mientas yo cambio tus sábanas. Bien limpiecitas olerán rico y dormirás mejor. Mañana estarás como nuevo”.
La actitud amorosa de la madre del enfermero rompió la cadena de enojos y hostilidades iniciada por el director de una empresa, y formó el principio de una cadena de amor.
¿Rompo toda cadena de odio y rencor? ¿Colaboro activamente en la formación de una sólida cadena de amor?
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