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Es ampliamente conocida la frase de Antonio Machado de que no hay camino hecho, sino que se hace camino al andar. Sin embargo, para trazar este camino se requiere estar henchido de esperanza.
Caminar en esperanza no significa que se allanarán los problemas y tribulaciones; no, pero sí que se tendrá la fortaleza para superar cualquier obstáculo y adversidad, como expresó el Cardenal Francisco Xavier Nguyen Van Thuan: “Ya recorrí una parte del camino, a veces con gozo, a veces con sufrimiento, pero siempre con una esperanza desbordante en el corazón”.
La esperanza es el boleto que nos permite correr en el maratón de la vida; no nos promete llegar en primer lugar, pero sí nos asegura conquistar la meta. Jorge Bergoglio, cuando era Cardenal de Buenos Aires, señaló: “La Esperanza es combativa. Combate sin ansiedad ni obcecación, con la firmeza de quien sabe que corre hacia una meta segura”.
Ya como Papa, en el número 85 de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, mencionó: “Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla”.
En los números 54 y 55 de la Encíclica Fratelli tutti resaltó que a pesar de las sombras que nublan el sendero, siempre encontraremos caminos de esperanza. La esperanza, escribió: “Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda… y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor…
La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna”.
¿Camino en esperanza?
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