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"Opinión"

"¿Cómo se mide el éxito o el fracaso de un gobernante?"

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10/10/2017

    Joel Díaz Fonseca

    Empeñados en vigilarles las manos para que no manoteen ni se “embuchaquen” el dinero del erario, en urgirlos a que realicen las obras públicas que prometieron, y en criticarles los errores y despilfarros en las mismas, hemos dejado de lado la exigencia de que hagan lo necesario para protegernos, proteger a nuestras familias y proteger nuestro patrimonio.
     
    Ciertamente se les debe calificar su desempeño en la obra pública y en la dotación eficiente de servicios públicos como agua potable y drenaje, recolección de basura, etc., pero si no son capaces de brindarle al ciudadano las garantías para que pueda desempeñar su trabajo o salir a pasear y a divertirse con su familia con tranquilidad, sin riesgos, la calificación tendrá que ser negativa, es decir, menor a 5 en una tabla de 10.
     
    Después de dejar a sus hijos en la escuela o en la guardería, el padre y la madre se van al trabajo y la casa se queda sola. Cuando regresan por la tarde-noche la frustración hace presa de ellos. Encuentran allanado su hogar y se dan cuenta que volaron sus pertenencias de valor.
     
    Y no es menor la frustración de quienes son despojados de sus vehículos o de quienes son asaltados en sus negocios.
     
    Es en este punto en el que las autoridades municipales están fallando. De acuerdo con la medición “Semáforo Delictivo”, Mazatlán es el municipio más inseguro en el estado.
     
    En los primeros siete meses de Gobierno de Fernando Pucheta Sánchez se han registrado 191 casos de robo a casa habitación, 53 más que en el mismo periodo de 2016.
     
    Culiacán, que tiene casi el doble de habitantes, muestra una clara tendencia a la baja en este tipo de delitos. El año pasado registró 103 robos a casa habitación, y este año se han registrado solamente 37.
     
    En su toma de posesión, Pucheta Sánchez se comprometió a trabajar por el bien común, “con un Gobierno apegado a la ley, responsable, que se preocupe por la seguridad y los servicios públicos, que cumpla con sus funciones y logre el bienestar de la ciudad en un marco de transparencia, rendición de cuentas y de combate a la corrupción”.
     
    Así se lee en la crónica oficial de su toma de posesión, en la que se señala además el compromiso del Alcalde de trabajar en conjunto con el Gobernador y con la Federación “para implementar estrategias contundentes para dar tranquilidad a los hogares mazatlecos”.
     
    La euforia que hace presa de quienes se estrenan en un nuevo encargo los hace prometer cosas que si bien están dentro de sus posibilidades, a la hora de la verdad no hay la suficiente voluntad para cumplir todo lo prometido.
     
    El mesianismo es una de las características de prácticamente todos los que asumen un cargo de autoridad. El hecho mismo de que las tomas de posesión sean actos de gran boato, en escenarios muchas veces con más iluminación que la de los mejores espectáculos, y con públicos a modo, que les prodigan aplausos casi en cada frase que pronuncian, los hace sentirse estrellas y se van de la lengua.
     
    Los discursos no solo están llenos de lugares comunes, hay en ellos más promesas que santos en una letanía, compromisos que finalmente no se cumplen, o se cumplen solo parcialmente. Una cosa es prometer y otra muy distinta tener la voluntad de cumplir lo prometido.
     
    Es el caso de quien gobierna ahora en Mazatlán. Enfrascado, junto con el Gobernador Quirino Ordaz, en que la ciudad sorprenda a quienes asistirán al Tianguis Turístico, que sin duda es la plataforma de promoción y negocios más importante en esta materia, se ha olvidado de muchas de las cosas que prometió.
     
    Por la premura de que la ciudad esté lista para ese evento se han abierto frentes de obra por todos lados, no pocas de ellas “al ahi se va”, trastocando la vida de familias, trabajadores, empresarios, y se ha descuidado algo, tanto o más importante, como es el renglón de la seguridad pública.
     
    Es incuestionable que Mazatlán necesitaba ya una cirugía mayor, pero no en la manera desordenada en que se está haciendo. Es como si una decena de cirujanos estuvieran operando al mismo tiempo a un paciente de los pies, las piernas, la espalda, el estómago, el corazón, etc. No hay paciente que soporte una invasión así de su cuerpo.
     
    La autoridad está obligada a proporcionar la seguridad necesaria a los ciudadanos para que puedan desarrollar todas sus actividades con la garantía de que su vida y la de los suyos, lo mismo que su patrimonio, estarán a salvo, pero la realidad es otra, lamentablemente.
     

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