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"Opinión"

"De verdad, ¿van por europeos para Mazatlán?"

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    No dudo que hay buena voluntad en el viaje del Alcalde de Mazatlán y su gran comitiva a la Feria Internacional de Turismo en Madrid (FITUR), lo que dudo es que tengan claro a lo que van a ese gran supermercado internacional.

    ¿Cuál es nuestro plus para convencer a los grandes empresarios del turismo de que en lugar de ir a los destinos de playa del Mar Mediterráneo o los de la cornisa cantábrica, donde además de sexo, sol y playa encuentra ciudades seguras, históricas, señoriales, lo hagan en lo sucesivo a las playas del sur de Sinaloa?

    ¿Qué incentivos tendría el turista europeo promedio para pagar más que yendo a la isla de la fiesta sin fin de Ibiza, Marbella, Benidorm, San Sebastián en España? o a ¿Cascáis, Sintra o Estoril en la costa portuguesa? ¿O en las Antillas mayores y menores donde se encuentra Puerto Cana, Varadero, Jamaica, Las Bahamas, Cancún o Playa del Carmen? O las paradisiacas playas de Guinea Bissau o Cabo Verde en la costa atlántica africana.
    Pocos en clave de negocios. Lo que habla de que la iniciativa parte antes que de un conocimiento del mercado turístico y nuestras potencialidades a un impulso que le escuché al Alcalde en su primer informe de gobierno.

    Recordó, en aquel momento de autoexaltación pública, que había desaparecido el Consejo de Promoción Turística y ahora “nos corresponde a nosotros hacer directamente la promoción de nuestro destino”, ¿dónde queda la promoción que hace el Gobierno del Estado?

    Vino entonces la idea de que había que ir a la Fitur de Madrid y a lo grande, llevando la música de la Banda del Recodo, la comida de algunos chefs reconocidos de la región y la infaltable cerveza Pacífico, faltaba más.

    Esta visión provinciana va a contrastar con las nuevas tendencias del turismo internacional. Las del llamado turismo posmoderno que está centrado en el individuo producto de los cambios estructurales que se han dado en el negocio del ocio, en tiempo, forma y espacio.
    Veamos, brevemente, si en el pasado estaba muy definido el tiempo turístico cómo época de vacaciones (Semana Santa, Navidad y Año Nuevo, etc.) actualmente, con la desregulación laboral, los distintos tipos de turismo y con un claro énfasis hacia los llamados baby boomers ha provocado que haya turismo todo el año al punto que hay países que viven principalmente de esta industria sin chimeneas.

    Ese acceso al reparto del pastel turístico plantea desafíos a los destinos de las grandes recepciones de turismo. Por ejemplo, mayores inversiones en la estética de las ciudades, mejor infraestructura vial y un más eficiente sistema de seguridad pública; y, claro, de parte de los grandes touroperadores una mayor compactación en red de los servicios aéreos, traslados, hoteleros, precios en una industria con una fuerte tendencia a la monopolización y dentro de esa tendencia una mayor diversificación y especialización de la oferta dentro de sus establecimientos. No es casual que los países europeos, especialmente de la costa mediterránea, sea junto a los Estados Unidos de Norteamérica, los que hoy reciban los mayores flujos turísticos. España, por ejemplo, con una cuarta parte de nuestro territorio recibió 82.8 millones de turistas extranjeros en 2018 y se espera que este año cierre con cifras similares luego de la caída del turismo en Estambul, Túnez y Egipto por la inestabilidad que ha generado su conflictiva social y política. El turismo es una actividad muy sensible a la violencia y nosotros la tenemos como homicidios dolosos y desaparecidos para no hablar de las imágenes del llamado “culiacanazo”, que dio vuelta al mundo, como también las series de narcos sinaloenses en Netflix.

    Pero, centrémonos en la atención que tanto nuestros gobiernos, como empresarios del sector local, han realizado para hacer frente a los cambios posmodernos del mercado mundial que permita que este viaje voluntarioso traiga resultados positivos en el mediano plazo.

    Mazatlán, y no se diga el resto de los municipios del sur, siguen ofertando sus atractivos naturales que sin duda son bellos y parte de nuestro orgullo local, sin embargo, son insuficientes, basta ver la publicidad a favor de la Perla del Pacífico que sigue siendo predominantemente de sexo, sol y playa con las consabidas referencias a un pueblo alegre, trabajador y hospitalario, son cualidades que valen para el turismo regional, pero no para el europeo que busca otras cosas cuando viene hacer la ruta maya, zapoteca o tarahumara.

    Más aun, la oferta cultural de grandes eventos en el Teatro Angela Peralta, una referencia para muchos turistas canadienses y estadounidenses ha venido a menos y buena parte de los recursos de Cultura se destinan hoy al Carnaval, que recibe principalmente a turismo regional. Además, el Centro Histórico con su belleza arquitectónica está manchado por las ruinas que el turista encuentra a cada paso y los daños a la infraestructura que a solo un año de haberse inaugurado presenta los síntomas de la falta de atención por las autoridades municipales.

    Entonces, si estamos ante lo que en el mundo se llama “estetización” de la oferta turística mucho nos queda por hacer y eso nos lleva a lo que podemos ofrecer no en abstracto al turismo europeo sino a las grandes comercializadores de la oferta turística.

    Ahí, está, ese mundo de miles millones de viajeros con fines de ocio que se desplazan por todos los rincones del mundo, pero la pregunta es cual es nuestro gancho para convencer a esos conglomerados económicos que deben traer a sus clientes a Mazatlán que no tengan los destinos ya mencionados.

    ¿Qué incentivos tenemos que ofrecer? Sean en el plano de los negocios o de los servicios que se ofrecen a un mercado internacional cada vez más demandante. Recuerdo haber escuchado al empresario Julio Berdegué por allá en los años 80 en un coloquio sobre política turística que organizamos en la UAS y al que asistió en calidad de ponente: “Si tuviéramos que traer guías de turistas del Japón para atender a los turistas japoneses, los traeríamos”, y eso no ha cambiado un ápice, nuestra vocación es regional y eso tiene satisfechos a muchos prestadores de servicios.

    Cierto, el Alcalde mazatleco y su comitiva variopinta van en el mejor de los casos tras el llamado turismo de masas. Ese que compra un paquete todo incluido, como sucede en Playa del Carmen, Huatulco o Puerto Vallarta, pero ni eso se ha podido ofrecer extensivamente porque los propios empresarios del ramo turístico lo cuestionan por ser “competencia desleal”.

    En definitiva, el Alcalde y su costosa comitiva tropical, la van a pasar muy bien en un Madrid gélido, pues cómo me lo dijo una guapa española en mi época de estudiante: “el frío, con vino se quita”. Que lo disfruten con una buena dotación de tapas y chorizos que para eso estamos los contribuyentes. ¡Olé!

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