|
"En Tribunales"

"Día del Abogado"

""

     

    david@bufetealvarez.com

    El pasado 12 de julio se festejó el Día del Abogado. Además de ser Día del Abogado, la fecha, para mi tiene algo de especial ya que, ese día nació mi primogénito David Cristóbal, que también es abogado.

    Aprovechando el viaje, usaré este espacio para expresar algunas ideas relacionadas con mi gremio. Algunas les van a gustar y seguramente otras no.
    Tarde o temprano, todo mundo necesitará un abogado. Créamelo, esto es como la casa del jabonero, el que no cae resbala. Por lo anterior, es recomendable que, cuando lo necesite, se busque un buen abogado.
    Por buen abogado no me refiero solo a un profesional técnicamente competente, sino que también cuente con valores como la lealtad, la honestidad y la excelencia.
    Las escuelas de derecho, es decir, en donde estudie el abogado, influyen lógicamente en qué tan preparado sale para ejercer su profesión, pero no tanto como se piensa. Lo que más influye es el estudio y autocapacitación constante.
    Conozco abogados egresados de escuelas de poco prestigio que son no solo muy buenos, sino excelentes y, al contrario, conozco abogados egresados de escuelas de gran prestigio, que no sirven para nada.
    La preparación continua del abogado es algo indispensable. Abogado que no estudia ni se actualiza día a día, esta condenad al fracaso.
    Los colegios y barras de abogados, con pocas excepciones, solo sirven para tomar café, desayunar y organizar pachangas del Día del Abogado.
    Como dije, salvo pocas excepciones, no se preocupan por la educación continua de sus asociados, ni por vigilar que se conduzcan profesionalmente.
    Como en toda profesión, hay abogados malos, muy malos, regulares, buenos, muy buenos y excelentes.
    Lamentablemente, de regulares para abajo son de los que más encontramos. Muy pocos se esfuerzan por alcanzar la excelencia y por aportar gran valor a sus clientes o al lugar donde trabajan.
    Y eso aplica para litigantes, para jueces, para notarios públicos o para cualquiera que ejerza su profesión en alguna de las diversas áreas en donde se puede desempeñar un abogado.
    En cuanto al trabajo pro-bono, son muy pocos abogados, colegios o barras de abogados, los que de verdad lo llevan a cabo, perdiéndose de la oportunidad de regresar a la sociedad un poco de lo mucho que nos dieron, sobre todo los que estudiamos en escuelas públicas.
    Los abogados pueden ser agentes de cambios sociales, cuando hacen uso talentoso de las herramientas legales que algunos manejan con maestría.
    Ejemplos sobran, como los amparos promovidos contra la cancelación del aeropuerto de CDMX y el inicio de trabajos en el aeropuerto de Santa Lucía, o como los amparos que han provocado un combate real a la corrupción.
    A nivel local, los abogados han logrado detener a gobernadores que querían regalar notarias a sus cuates antes de irse, han logrado detener el cambio de nombre de una avenida por un simple capricho del alcalde en turno, han puesto en graves aprietos al Ayuntamiento con demandas de todo tipo que han acarreado condenas millonarias y han logrado que los servidores públicos municipales empiecen a preocuparse por ajustar su trabajo al marco legal, como por ejemplo en el desorden provocado por el desarrollo urbano descontrolado.
    Sin embargo, a pesar de que los abogados pueden ser agentes de cambio social, la gran mayoría y eso incluye a colegios y barras de abogados, poco o nada han hecho para impulsar ese cambio y prefieren mantener sus privilegios y bajo perfil, aunque eso implique soportar jueces intolerantes y negligentes que afecten a los ciudadanos que tienen la mala fortuna de que sus casos caigan en esos tribunales.
    A pesar de los riesgos y en ocasiones a pesar de las frustraciones, siguiendo uno de los mandamientos del abogado escritos hace mucho por Eduardo J. Couture, cuando mis hijos o alguien apreciado por mí me ha pedido consejo sobre cuál carrera elegir, sin dudarlo les recomiendo que sean abogados, pero de los buenos les digo.
    Irónicamente yo no quería ser abogado. Si lo soy es gracias a la oportunidad de trabajar en su notaria que me dio el Lic. Raúl Ignacio Carreón Cornejo, a quien le estaré eternamente agradecido y le tengo un gran aprecio, admiración y respeto.
    Con su ejemplo de profesionalismo, disciplina, excelencia, honestidad y atención al detalle, logró interesarme en estudiar para ser abogado.
    No pasó mucho tiempo desde que empecé a estudiar mi carrera allá en 1978, para que me diera cuenta de que había encontrado no solo una profesión, sino una pasión. Desde que empecé a estudiar la carrera tuve claro que solo quería ser una cosa y nada más, solo quería ser lo que soy, un abogado litigante.
    Si tú que me lees eres un joven que esta pensando en estudiar para abogado, mi consejo es que lo hagas y ojalá tengas la fortuna de encontrar un mentor como el Lic. Carreón, porque eso, cambiará toda tu vida.

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!