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@rodolfodiazf
El desarrollo tecnológico es poderoso resorte que permite al ser humano acceder a horizontes de conocimiento insospechados y a paraísos jamás imaginados. Sin embargo, todo avance tiene su precio, el ideal es que el costo por la adquisición o innovación de información no sea muy elevado.
David Bueno I. Torrens, profesor de genética en la Universidad Autónoma de Barcelona, en su obra Cerebroflexia, afirmó que al igual como se pliega el papel para formar diversas figuras, también ocurre algo semejante con el cerebro: “Y a pesar de que el abanico de posibilidades sea inmenso, el resultado final también depende de las características iniciales del papel, y de nuestra habilidad para doblarlo”.
De igual forma, Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia de la misma universidad, ha profundizado en la funcionalidad del cerebro humano y del rol que juegan las emociones y percepciones en el conocimiento.
En su libro “Cómo percibimos el mundo”, Morgado ofreció sugestivas páginas para desentrañar el mundo del cerebro. Señaló que evoluciona a un ritmo muy lento de millones de años, de ahí que el cerebro de los atenienses o romanos haya sido muy semejante al nuestro.
Empero, alertó sobre los riesgos de no saber manejar la revolución tecnológica: “Cuando evolucionamos tecnológicamente, en cierto modo estamos domesticando nuestro cerebro. Y esta domesticación puede implicar pérdida de capacidades porque transferimos a las máquinas cosas que tendríamos que hacer nosotros. Nos volvemos más inútiles y dependientes de esas máquinas.
Añadió que las nuevas generaciones, “están perdiendo capacidad para escribir con lápiz y papel. La tecnología nos autodomestica. Eso, sin duda, hará cambiar el sentido de evolución de nuestro cerebro”.
Sin embargo, aclaró: “perderemos cierta capacidad de memoria que teníamos, pero ganaremos otro tipo de capacidades”.
¿Domestico de manera indiscriminada mi cerebro?
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