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"Opinión"

"‘Don regalón’ y las recetas dolorosas del médico"

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22/05/2018

    Joel Díaz Fonseca

    jdiaz@noroeste.com

     

    The School of Life (Escuela de vida) es una institución, con sede en Londres, dedicada al desarrollo de la inteligencia emocional. En internet pueden encontrarse numerosos videos producidos por esta escuela, en los que se abordan de manera muy didáctica temas inherentes a la filosofía, a la psicología, incluso a la religión (aunque su fundador, Alain de Botton, se confiesa ateo) con los que se busca acercarles los clásicos a los no versados en esas y otras materias.

     

    En uno de esos videos, con el título “Por qué Sócrates odia a la democracia”, se muestran los argumentos que en su momento expuso el filósofo para mostrar los puntos débiles de ese sistema de gobierno.

     

    En un diálogo con Adimantos, apunta el narrador del video, Sócrates intenta convencerlo de los defectos de la democracia, comparándola con la gobernanza de un barco.

     

    “Si estuvieras a punto de salir en un viaje por el mar”, le pregunta, “¿quién te gustaría que, idealmente, decidiera quien esté a cargo del barco? ¿Cualquiera? ¿O personas educadas en las reglas y demandas que implica la navegación?”

     

    “Los últimos, por supuesto”, responde Adimantos.

     

    “Entonces, inquiere Sócrates, ¿por qué seguimos pensando que cualquier persona tiene la capacidad de juzgar quién es apto para gobernar un país?”.

     

    El punto de Sócrates, dice el narrador, es que votar en una elección es una habilidad, no una intuición aleatoria... Dejar que la ciudadanía vote sin tener educación, es igual de irresponsable a dejarlos a cargo de un ‘trirreme’ que navega hacia Samos en medio de una tormenta.

     

    Es evidente que el filósofo griego está en contra de esa democracia a la que se tiene acceso por derecho de nacimiento, pero no en contra de la democracia racional, que debe conferir, no a todos sino a los ciudadanos más preparados, las decisiones importantes y trascendentes para una comunidad o una nación.

     

    Sócrates mismo, explica el video, sufrió en carne propia los errores de las decisiones que se dejan en manos de las masas. Acusado de corromper a la juventud, fue sometido a juicio ante un jurado elegido al azar que lo condenó a muerte. Tuvieron más peso las inquinas que la trayectoria del filósofo.

     

    Les hemos dado el voto a todos, pero sin conectarlo a la sabiduría, señala el video, que refiere una especie de parábola que hace Sócrates sobre las consecuencias de la democracia mal aplicada:

     

    “Nos pide”, dice el narrador, “que imaginemos un debate electoral entre dos candidatos, uno, que es como un doctor, y otro, que es como el dueño de una tienda de dulces. El vendedor dirá de su oponente: Miren, esta persona ha realizado muchos males en ustedes, les causa dolores, les da pócimas amargas y les dice que no coman ni beban cualquier cosa que quieran. Nunca les servirá festines de muchas y variadas cosas apetecibles como yo lo haré”.

     

    Y agrega el video:

     

    “¿Creen que el doctor podrá responder a eso de manera efectiva? La verdadera respuesta del doctor, que sería algo como “te causo problemas y voy en contra de tus deseos porque quiero ayudarte”, causaría escándalo entre los votantes”.

     

    “La realidad es que hemos elegido a muchos vendedores de dulces y pocos doctores”, concluye el video.

     

    Triste, pero cierto. La democracia en México se ha circunscrito a la elección de gobernantes y representantes populares, cuyas campañas en la búsqueda del respaldo ciudadano son sobreabundantes en promesas, pero carentes de compromisos reales y aterrizables.

     

    Los candidatos, como el dueño de la dulcería a que alude Sócrates en su parábola, ofrecen todo aquello que saben que la sociedad desea, ocultándole todo aquello que necesita realmente, medidas dolorosas muchas de ellas.

     

    Esta forma de hacer política y de gobernar ha incidido en que amplios sectores de la sociedad lo esperen todo de los gobernantes sin poner nada a cambio. El candidato que más cosas regala (dinero, comida, tortas y refrescos, gorras, vasos, etc.) y más cosas ofrece, incluidas fiestas y disipación, es el que generalmente resulta electo.

     

    No se vota por la preparación y la capacidad para gobernar, se vota por “don regalón”, no importa que lleguen al gobierno y a las cámaras muchos ladrones y bufones, muchos regaladores de dulces y banquetes, y pocos, muy pocos doctores.

     

    Solo en México pueden permanecer tantos años en el poder líderes corruptos, sátrapas y vividores de la política. Están ahí por la desidia de millones de mexicanos, que votan con el estómago, no con el cerebro.

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