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"Opinión"

"E4J"

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    A Sigall
     
    Una de las declaraciones más significativas contenidas en el documento fundacional de la Cumbre de Doha, tiene que ver con el rol que juega la educación en la prevención del delito, el terrorismo, la corrupción y el impulso al desarrollo sostenible. 
     
    Movidos por dicha certeza, durante el mes de marzo de 2017, un grupo de expertos se dio cita en la ciudad de Viena para discutir el contenido, estructura y alcance de un programa al que titularon “Ética para la Justicia” (E4J). El resultado de esa primera reunión, fue discutido por 70 expertos provenientes de más de 30 países, derivando en una propuesta pedagógica organizada en 14 módulos, dirigida a los niveles de educación básica, bachillerato y universidad. 
     
    Como dice la nota de enseñanza que nos entregaron durante el taller para “Expertos en la enseñanza de la ética y la integridad”, organizado por la unidad contra la droga y la corrupción de la ONU, el conjunto de los 14 módulos “busca mejorar la conciencia y el compromiso ético de los estudiantes para actuar con integridad, y equiparlos con las habilidades necesarias para aplicar y difundir estas normas en su vida, el trabajo y la sociedad. [...] Los módulos son interdisciplinarios y pueden incorporarse [de manera transversal] como componentes éticos en cursos no relacionados con la ética”. 
     
    Más allá de la oportunidad de reencontrarme con amistades entrañables en Colombia (sede del taller) y otras que hice durante este par de días, los materiales que nos entregaron resultaron ser una “lluvia fresca” para quienes nos dedicamos a la enseñanza de la ética; lo mejor de todo, es que están disponibles en línea, sin costo alguno, para quien quiera consultarlos o utilizarlos en sus clases. Basta con digitar www.unodc.org.e4j, para poder acceder a una detallada guía didáctica para el manejo de los contenidos, descargar presentaciones, formatos de evaluación, videos, lecturas y hacerse de una nutrida bibliografía complementaria.
     
    Ahora bien, seguramente usted se preguntará: cuál puede ser la eficacia de esta iniciativa, cuando sobran las evidencias de que la ética impartida en las aulas, como “antídoto”, no ha logrado evitar que la corrupción siga su tendencia al alza; y de esta vendrá la pregunta de si dicha inversión de recursos no podría utilizarse para atender otras cuestiones más urgentes relacionadas con los mismos problemas que dieron origen a la Cumbre de Doha. 
     
    Movida por inquietudes similares a las de usted, además de la consulta a los expertos, la oficina para la prevención del delito de la ONU, llevó a cabo en 2017 una investigación de 136 cursos universitarios dirigidos a la enseñanza de la ética y la integridad. Los resultados del estudio se resumen en lo siguiente:
     
    La crisis financiera de 2008 generó un aumento en el número de cursos que abordaban de manera sistemática dichos temas; el aumento de dichos cursos se registró en el nivel de posgrado; Estados Unidos y Canadá fueron los países donde aumentó el número de cursos de este tipo, seguidos por Europa occidental, América Latina, Oriente Medio (específicamente el área del golfo) y África; los cursos hablan más de ética que de integridad; las metodologías empleadas por los docentes son poco innovadoras; y, en el sector empresarial aumentó la demanda de cursos relacionados con los códigos de ética y la gestión de la responsabilidad.
     
    Tanto en lo personal como en lo profesional, entiendo la iniciativa como una buena noticia, debido a que ella encierra el germen de una nueva esperanza, especialmente para nuestros países latinoamericanos. Me explico.
     
    Los orígenes del programa E4J están enmarcados en la necesidad de responder y atender a problemáticas comunes en toda Latinoamérica: crimen organizado, corrupción, fraudes corporativos, trata de personas, terrorismo, apatía social, etcétera. Los contenidos que se abordan en los 14 módulos no se centran en el análisis cansino de teorías y paradigmas éticos (como habitualmente hacen muchos docentes), sino en la manera en que las nociones éticas pueden ser aplicadas en el terreno de la práctica.
     
    Respecto al sustento de la propuesta, como decía, la oficina para la prevención del delito de la ONU se dio a la tarea de reunir a académicos de primerísimo nivel, para asegurar que el tratamiento de los contenidos asociados a la ética y la integridad, tomara en cuenta una serie de consideraciones didácticas que respondieran con eficacia y pertinencia a los estilos de aprendizaje y peculiaridades generacionales de los niños y jóvenes que hoy acuden a nuestras aulas. En este sentido, como dijo uno de los asistentes al taller, que también es autor de uno de los módulos, “de lo que trata es de pensar y actuar éticamente, sin hablar de ética”. 
     
    Por otro lado, la idea de que el programa y todos sus recursos estén disponibles en la web, posibilita que cualquier docente interesado en la temática acceda recursos y bibliografía actualizada, sin tener que pagar un centavo por ello, haberse graduado de equis o ye universidad o pertenecer a una red de investigación. Este guiño de la oficina para la prevención del delito de la ONU, pienso, abona a reducir la brecha de desigualdad entre la élite docente que dispone de muchos recursos en sus escuelas, y esa otra parte que, por cuestiones económicas y políticas, difícilmente puede acceder a contenidos actualizados y recursos didácticos innovadores. Está más que estudiado el hecho de que no es necesariamente la falta de voluntad la que conduce al profesorado a hacer de sus clases el espacio ideal para morir de aburrimiento y perder el tiempo, sino la falta de recursos y el desconocimiento de recursos y técnicas didácticas disruptivas para dar el sentido y relevancia que tienen la ética y la integridad en el conjunto de nuestra vida.
     
    Además de lo dicho, otro aspecto que nos puede hacer albergar esperanzas en los frutos que pueden desprenderse de esta iniciativa, es el tono estructural y continuidad que busca dársele en el currículum. La propuesta refleja un claro convencimiento de que la formación de la ética y la integridad comienza en las aulas del nivel básico y se extiende hasta el terreno del ejercicio profesional. En ese sentido, la enseñanza de la integridad y la ética en el currículum universitario se vuelve una condición necesaria para asegurar un desempeño profesional íntegro, tanto en lo técnico como en lo humano.
     
    En resumen, tenemos al alcance de la mano una propuesta pedagógica apta para ser utilizada en las aulas, tanto por expertos como por no expertos, la cual podría ayudar a desarrollar en el aula algunas competencias éticas y ciudadanas que nos permitirán revertir la cultura de la ilegalidad que hoy corroe a muchas de nuestras instituciones y, de alguna manera, reducir los efectos perniciosos que trae consigo la agencia moral pasiva que lamentablemente nos distingue.
     
    Sobre la manera en que la Cumbre de Doha entiende el tema de la corrupción, así como las rutas para escapar de ella, hablaré en otro momento.
     
    @pabloayalae

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