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"OBSERVATORIO"

"El 2018, según la víspera. Balas y miedo, mal inicio"

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OBSERVATORIO

    En el éxtasis de metralla y narcocorridos expuesto en la parafernalia brutal de bienvenida al año nuevo, a Sinaloa lo único que le queda es el estremecimiento de su gente y de los pilares esenciales para la estabilidad. Y salir al día siguiente a recoger los fragmentos de gobernabilidad que quedaron junto a los casquillos de las balas percutidas.

    El uso de arsenales y música de apología a criminales convirtió en hierros retorcidos a toda la estructura gubernamental, testigo impávido de los "dedos calientes" que apretaron tantas veces los gatillos como los sinaloenses oprimieron el cuerpo en la única reacción instintiva para aminorar el terror.

    ¿Dónde estaba la Policía? ¿Qué hacía el Ejército? ¿De que sirvió la Fiscalía General y su advertencia de que no se tolerarían los disparos de armas de fuego? Al contrario, los artefactos en manos de los hostiles cubrieron a la entidad de olor a pólvora y rugieron a muerte, tan fuerte como para no dejar a alguno sintiéndose seguro.

    Los drones que vigilan desde lo alto, los soldados que rondan a ras del suelo, los policías que tienen patrullas nuevas, las cámaras de videovigilancia reparadas, la Fiscalía que es autó- noma, el C-4 y las casetas de seguridad sectorizadas ¿lograron ubicar las balaceras y dar pie al inicio de las correspondientes carpetas de investigación?

    Es posible que no. Que el aparato de seguridad pú- blica dejó correr, permitió hacer, al enajenado segmento armado que gastó cargadores completos para certifi car que la fuerza la tienen ellos, con la potestad que otorga el debilitamiento institucional frente a la anarquía de los hampones.

    Cada vez son más los civiles armados en Sinaloa y menor, en número y efi cacia, la fuerza del Estado para contenerlos en el tránsito del armamentismo a lo delictivo, según la predicción de desafi ante y dolorosa violencia que los "gatillos locos" extienden hacia el año 2018.

    Aun con los generales y las tropas recorriendo las calles, el del primero de enero fue otro amanecer que remarca el desgobierno. El de la guerra en aparente tiempo de paz que a sangre y fuego va demoliendo uno a uno los cimientos de civilidad, respeto, gobierno y norma jurídica, puntales de toda aspiración a vivir tranquilos.

    El alba del lunes fi rmó con letras de plomo el status de desamparo político, legal y moral que somete al miedo e inmoviliza en el desencanto a esa mayoría de sinaloenses que en la paz, el trabajo lícito y los valores cardinales todavía cree que al otro lado de la ráfaga existe un remanso de afable humanidad.

    No queda duda. La gente posee armas y lo más fácil es que al tenerlas caiga en la tentación criminal, ya sea por la alevosa prerrogativa de pertenecer a alguna célula delictiva o bien como autodefensa cuando la autoridad es incapaz de reparar el daño que causa la criminalidad. Es la terrible conclusión, la única certidumbre del caos.

    ¿O qué hacer en Sinaloa, o por Sinaloa, cuando 2017 cerró con más de mil 500 homicidios dolosos y el nivel de armamentismo que inauguró 2108 dejan poco lugar a la confi anza y bastante espacio a la preocupación?

     

    Re-verso

    Pero un día después,

    Aquel desafío armado,

    Ya no tuvo el interés,

    Del Gobierno humillado.

     

    Fin de año en Jauja

    A nadie en su sano juicio, ni aunque ande con la mente atrofi ada por el alcohol, le gusta pagar la multa de 2 mil 500 pesos o pasar 36 horas en barandilla por conducir su vehículo en estado de ebriedad. Esto lo saben nuestros "solidarios" policías y por esa razón canjeaban infracción y rejas por la "aportación voluntaria" de 500 a 1,000 pesos. Qué Bando de Policía ni qué ocho cuartos. ¡Es la corrupción!

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