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@rodolfodiazf
Las pérdidas son parte esencial de nuestra vida. Se nos educa a ganar, pero no a asimilar las pérdidas. Es doloroso perder un ser querido, la tierra entrañable o algún bien preciado, pero hay que aprender a sobrellevar el duelo. Las pérdidas siempre implican un cambio o transformación, por eso nos da miedo enfrentarlas. Sin embargo, son absolutamente necesarias e imprescindibles.
No se puede ser joven sin romper con la niñez, ni adulto sin dejar atrás la juventud. La vida está sujeta a constantes cambios y mutaciones.
Elizabeth Bishop escribió un poema en el que invitó a asimilar el arte de perder. “El arte de perder se domina fácilmente; tantas cosas parecen decididas a extraviarse que su pérdida no es ningún desastre.
“Pierde algo cada día. Acepta la angustia de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano. El arte de perder se domina fácilmente.
“Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido: lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar. Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.
“Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue la última o la penúltima de mis tres casas amadas. El arte de perder se domina fácilmente.
“Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aún más: algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente. Los extraño, pero no fue un desastre.
“Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto que amo) no habré mentido. Es indudable que el arte de perder se domina fácilmente, así parezca (¡escríbelo!) un desastre”.
La logoterapeuta Elisabeth Lukas escribió: “Pobre del que nunca ha llevado luto por nada. No puede perder nada porque no hay nada por lo que su corazón palpite. Es el más pobre de nosotros”.
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