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"Opinión"

"El combate a la corrupción comienza en el aula..."

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    Andrés Manuel López Obrador (AMLO), actual Presidente electo, mantuvo al “combate a la corrupción” como uno de sus cinco estribillos favoritos de campaña. Fueron tantas veces las que lo usó, que dudo de su funcionalidad debido a su severo desgaste.
     
    Por lo dicho esta semana, pareciera que el afán de AMLO va en serio. En su peculiar estilo, dio a conocer los que él denominó “Lineamientos del plan anticorrupción y austeridad”, y con los que pondrá en marcha su programa de gobierno. 
     
    Sin duda ambos temas son clave para nuestro país, sin embargo, en esta ocasión me centraré en el asunto de la corrupción, porque veo que hay una ausencia clave en dicho plan. Me explico.
     
    Palabras más, palabras menos, los lineamientos dictados por AMLO se resumen en lo siguiente: a) una reforma al artículo 108 de la Constitución que permita que el mismísimo Presidente de la República que se encuentre en funciones pueda ser juzgado por delitos relacionados con la corrupción; b) la suspensión del fuero para los funcionarios públicos; c) una reforma de ley que permita considerar como un delito grave, sin la posibilidad de obtener la libertad bajo fianza si se comprueba que hubo tráfico de influencias, evasión fiscal, fraudes electorales; d) habrá una Fiscalía Anticorrupción que tendrá total libertad para castigar a cualquier persona que cometa actos de corrupción; e) será una obligación que las y los funcionarios públicos presenten su declaración de bienes patrimoniales, así como los de sus familiares cercanos; f) serán cancelados todos los fideicomisos y cualquier otro artificio que posibilite ocultar fondos públicos y evadir la legalidad...
     
    Probablemente no recogí todos los lineamientos que AMLO ha hecho públicos, sin embargo, con ellos nos podemos dar una buena idea de que su terquedad en sacar a relucir el tema a la menor provocación, es mucho más que una muletilla de campaña. Parece que la cosa va en serio.
     
    ¿Debemos echar las campanas al vuelo, y creer que la corrupción acabará porque el Presidente electo está empeñado en ello? Más aún, ¿basta con su compromiso personal para darle un garrote mortal a un problema tan complejísimo? 
     
    Si bien es cierto, los lineamientos a los que hace referencia tienen bastante sentido, éstos podrían tener la misma efectividad que tiene un “mejoral” para curar el cáncer de próstata, si no se encuentran ligados a la educación. Es más, si me apuran, para que funcione a partir del primero de diciembre, la tan cacareada estrategia anticorrupción de AMLO, deberá contener un 80 por ciento de educación y el resto de alusiones al marco legal y la serie de sanciones a quien lo infrinja. Va un ejemplo de cómo la educación puede contribuir a desactivar algunos de los mecanismos que ponen en marcha la maquinaria de la corrupción en el ejercicio profesional.
     
    Hace poco más de un año, un grupo de colegas generamos una propuesta educativa encaminada a revertir algunos de los factores que ponen en marcha la cultura de la corrupción en México. En aquel momento, así como estábamos convencidos de que la educación era uno de los factores poderosos para promover dicho cambio, sabíamos que los cursos de formación cívica y ética ofrecidos en todos los niveles educativos, llevan a cuestas el pesado fardo de ser “los cursos de relleno”, “en los que tod@s sacan 100”, “los que tratan de cosas importantes, pero las abordan de una manera súper aburrida”, “los que sirven para subir el promedio”, “los que no sirven para nada”...
     
    Parte del fracaso de los cursos de formación ética y ciudadana, responde al hecho de que el profesorado aborda dichos temas en el aula mediante un prolongado análisis de teorías y principios morales abstractos, la discusión de casos, el análisis de películas y noticias que poco tienen que ver con la realidad concreta del estudiantado.
     
    Así, lo que diseñamos fue un curso en línea para estudiantes que cursan el último tercio de su carrera profesional, diseñado bajo la técnica didáctica del “Aprendizaje Basado en Retos”, la cual posibilita al estudiantado acceder a un repertorio de conceptos, habilidades, actitudes y valores que le permitirán actuar de manera íntegra y, a la vez, aplicar dichos conocimientos en la identificación y solución de controversias éticas en el terreno profesional donde se desempeñará en un futuro próximo. 
     
    La gracia del curso, por decirlo de algún modo, es que gráficamente está ambientado tal como si el participante estuviera a punto de abordar un vagón en una estación del metro. Ya en ella, el estudiante deberá elegir la línea que le conduzca al destino que desea conocer, y que mejor se ajuste a sus intereses personales y carrera profesional que estudia. Bajo este esquema, el estudiantado generará varios productos que darán cuenta de las competencias de aprendizaje que desarrollará a lo largo del semestre. Por ejemplo, la ruta verde le conducirá hacia la producción de un “Observatorio Ciudadano sobre la Corrupción Profesional en México”, para luego trasladarlo hacia el diseño y aplicación de una “Metodología para Identificar y Resolver Controversias Éticas” en el contexto laboral donde llevará a cabo su profesión.
     
    Ciertamente, no es lo mismo contar la experiencia que vivirla, ya que el uso de la plataforma Canvas y otras tecnologías de comunicación como Zlack y Zoom, posibilitó que poco más de 440 estudiantes, distribuidos en diez ciudades distintas, pudieran trabajar en equipo y ofrecer una solución específica a algunas de las controversias y dilemas éticos que enfrentan las instituciones de gobierno, organizaciones de la sociedad civil y empresas elegidas para realizar el proceso de consultoría con el que cerró el curso.
     
    Al momento, los resultados son muy alentadores. Más allá de que nuestro estudiantado evaluó muy positivamente su experiencia en el curso, los productos generados nos permitieron identificar el dominio de las competencias de aprendizaje previstas en un escenario laboral real, tal como espera cualquier estudiante que está a uno o dos semestres de distancia del día de su graduación. 
     
    De cara al futuro, el formato digital permite que el curso, con relativa facilidad, sea escalable a nivel masivo.
     
    Si resulta cierto eso que dice el IMCO de que el 10 por ciento del PIB en México se drena por motivos relacionados con la corrupción, el que 440 estudiantes de diez ciudades distintas impactaran con sus aprendizajes a 117 instituciones capacitando a 120 directivos en una metodología para la resolución de controversias éticas, seguramente, suena a poco. Sin embargo, ese poco es algo concreto. No es un sueño, es un ideal vuelto realidad: darle un palo a la rampante corrupción que carcome las entrañas de México.
     
    Así como otros directivos esperan su turno para que nuestro estudiantado realice algún proceso de consultoría ética en sus organizaciones, así estamos deseos@s l@s ciudadan@s de ver cómo llegan a puerto los lineamientos anticorrupción de AMLO. Lineamientos que al día de hoy solo son eso, un buen deseo. 
     
    @pabloayalae 

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