@rodolfodiazf
Los momentos de crisis, desorientación y desilusión popular son aprovechados por candidatos políticos que se pregonan como los salvadores de la patria. En el caso de México se comprueba fácilmente que todavía seguimos creyendo en providencialismos. Esperamos al hombre o mujer que milagrosamente transforme, canalice y conduzca al país.
Los actuales candidatos saben que este es nuestro talón de Aquiles, por eso tratan de presentarse como los nuevos mesías y vender su mejor imagen. La táctica no es nueva y ha sido utilizada muchas veces en todas las naciones. Basta recordar a Napoleón y a Hitler, quienes supieron aprovechar el descontento y aglutinar la opinión popular para acceder al poder.
Napoleón, escribió José Antonio Marina, “cuidó su imagen pública como otros cuidan una imagen sagrada, con tenacidad y fervor. Descubrió que la opinión popular era todopoderosa y dedicó su talento a modelarla o a cautivarla. Tenía que persuadir al pueblo de la infalibilidad de su destino. Supo crear su leyenda gloriosa mientras estaba viviendo una historia a veces cutre y a veces terrible. Creó un tipo de dictador que ha sido después abundantemente copiado: el hombre providencial”.
Para convencer más fácilmente a la gente, Napoleón fundó periódicos en donde resaltó su imagen. Escribió: “Bonaparte vuela como el relámpago y golpea como el rayo. Está en todas partes, lo ve todo. Es el enviado de la Gran Nación. Sabe que es de esos hombres cuyo poder no tiene más límites que su voluntad.”
En otra ocasión, hizo escribir: “El primer guerrero de Europa, convertido en el primer magistrado de Francia, es el hombre providencial que esperaba un país agotado”.
Razonemos nuestro voto este primero de julio. El destino de Sinaloa y de México depende de nosotros, no de míticas figuras.
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